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El equilibrado y (casi) obligado cambio de ciclo georgiano


¿Cuánto tiempo podrá mantener Georgia su status quo en el rugby actual? A las viejas frases manidas como "es una selección demasiado potente para el Campeonato de Rugby Europe, pero quizá demasiado débil para el Seis Naciones" se le suman algunos hechos durante los últimos dos años que son igualmente dignos de análisis.

La rentabilización de las buenas actuaciones georgianas de los últimos años y las reivindicaciones que desde casi todo el espectro del tier 2 se hacen para que Georgia, un equipo que ha disputado las últimas cinco Copas del Mundo, sea un ejemplo de cómo poder avanzar en ese yermo apartheid que es el sistema de World Rugby han sido la piedra angular de los Lelos. Sin embargo, existen puntos que alimentan ciertas dudas frente a un posible nuevo ciclo en el que se esté sumergiendo, quizá sin querer, la selección euroasiática.

El primero de ellos, y quizá más evidente, fue la actuación en el último Mundial, donde no consiguió clasificar como tercera de grupo y se vio abocada a tener que ganarse en el clasificatorio su pase a Francia 2023. Sus resultados no fueron quizá los esperados, pero, sobre todo, el interés máximo de lo acontecido en Japón radicaba en ver el nivel parejo de otras dos selecciones que, como los Lelos, están llamadas a dominar ese tier 2 en los próximos años: Fiyi y Uruguay. 

En esa carambola triangular que fueron sus resultados cruzados, en los que sumó un bonus ofensivo contra los sudamericanos, sí, pero también encajó su mayor diferencia en una derrota contra los melanesios, hay quien quiso ver una tendencia al alza de Fiyi, un surgimiento de los Teros como nuevo nombre a seguir y una decepción alrededor de Georgia, que volvía a obtener solo una victoria, como en 2011 y 2007. Mamuka Gorgodze, su gran jugador que se retiró de los Lelos tras el último encuentro en Japón, parecía poner nombre a esa etapa de los Lelos, que bien podría llevar también el de Milton Haig, el técnico neozelandés que desde 2011 acompañó a los caucásicos a alcanzar su mejor nivel para cerrar su aventura con los Lelos en 2019.

Todo esto enlaza con una segunda parte: el ascenso al tier 1 de Japón. Si uno se fija en los resultados de los nipones en el último Mundial, su trayectoria es más consistente desde 2015 para acá, siendo capaz de avanzar de ronda y de sumar preciosas victorias sobre tier 1. La elección de Japón y Fiyi para la recurrente y pandémica Autumn Nations Cup de World Rugby no era casual. La elección de Georgia tras saberse la retirada de los nipones fue para World Rugby un mal menor al que, estoy seguro, no les hubiera gustado llegar. 

Los resultados de aquel torneo, si bien fueron defendidos con mucha dignidad, devolvieron a Georgia a una casilla de salida en lo deportivo y a una realidad que enfrentar: su primer intento serio de asalto a los tier 1 había sido poco fructífero, a pesar de que su exposición no se viese muy mermada. Además, la federación georgiana ha estado sumida en pequeños terremotos, con escándalos de algún tiroteo que otro y con Irakli Abuseridze elegido presidente en diciembre de 2020 para que, desde ayer, lo sustituyese Ioseb Tkhemeladze.

Sin embargo, a pesar de todos estos entornos ciertamente mejorables, Georgia posee algo que no tienen a tan fácil alcance el resto de rivales del Campeonato de Rugby Europe: una base profesional disponible mucho más amplia, donde las carencias en ciertos puestos de jugadores que suelen ocupar aquellos que militan en Francia, se ve compensada por otras opciones igual de válidas e, incluso, alimentadas desde una liga semiprofesional local que mantiene cierto nivel y desde la liga rusa.

No obstante, es curiosa la reciente y cada vez más frecuente incorporación de jugadores que militan en la liga local a las listas que confecciona el equipo técnico que dirige Levan Maisashvili, un seleccionador de corte mediocre que da cuerda a un puesto llamado a ser ocupado por nombres más grandes y que, de momento, no lo consigue. Así, de la llamada inicial de 32 jugadores para preparar este Campeonato de Rugby Europe, doce lo hacen en la Didi 10, mientras que dos lo hacen en la liga rusa y otros tres están fielmente comprometidos, pero sin equipo. Es digno destacar que, de los jugadores que militan en equipos locales, los tres que juegan en Batumi (Giorgi Tkhilaishvili, Lasha Khmaladze y Alexander Todua) sean de los que más experiencia aportan, todos por encima de las 60 caps. Esto parece ser recurrente en ese equilibrio de veteranos y profesionales ya que, de la lista de jugadores con más de 30 caps, solo Gela Aprasidze y Vasil Lobzhanidze militan en Francia.

Esa juventud, obligada o no, es la que denota que Georgia está en un cambio casi obligado, pero que mantiene esa incorporación progresiva de jugadores nuevos que se irán convirtiendo en fijos, a medida que los más veteranos se irán retirando sin que ello merme la media de una experiencia que los nuevos adquieren rápidamente y a fogonazo de tier 1. Sirva de ejemplo para esa convivencia positiva la pareja de medios de Brive (el mencionado Lobzhanidze y Tedo Abzhandadze, que no estarán contra España) que, con 58 y 22 caps son una buena imagen de lo que es hoy Georgia. Once jugadores con más de diez internacionalidades, pero con 30 o menos, son esa clase media generacional que, como Gogichashvili, Melikidze o Saghinadze, se parten la cara en el Top 14 francés y funcionan como bisagra entre ese grupo de experiencia abocada casi sin remedio a lo doméstico y aquellos que comienzan sus pinitos con los Lelos.

Si alguien necesita más pruebas de ello, también puede encontrar esa combinación en su mítica primera línea, aquella que le ha dado una marca de la casa a los euroasiáticos. Sus dos talonadores principales, Bregvadze y Mamukashvili, poseen entre los dos más de 140 caps, mientras que varios de sus compañeros a los laterales son debutantes como Kharaishvili o Abuladze o difícilmente llegan a las 10 internacionalidades. Sin embargo, sigue siendo efectivo. Tanto esa primera línea, como el juego general de delantera sigue siendo el arma más firme y poderosa (algo que emparejará al XV del León en cierta forma), sin olvidar unos explosivos últimos veinte minutos donde parece romperse cierto aletargamiento que no es tal.

Georgia es siempre Georgia, por lo menos a un nivel local como es la Europa del Campeonato de Rugby Europe, y por eso sigue siendo la favorita para llegar por la vía rápida a ese Europa 1 que clasifica a Francia directamente. No nos olvidemos que los caucásicos llevan ya una larga trayectoria internacional del más alto nivel al que solo Rumanía podría haber hecho sombre en la última década. Es cierto que ahora tendrá más dificultades que antes, pero su estrategia para salvarlas -al igual que salvar el supuesto trámite del clasificatorio- pasa por una fórmula que mantiene sus señas de identidad y con unos componentes bien equilibrados y cuya experiencia, sea por años o por sus día a día, lo hacen el rival compensado y temible que en Europa lo tendrá más fácil que en su asalto al fuerte de los amos y señores.


 Texto  Álvaro de Benito   Fotografía  Domingo Torres

 

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