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El XV del León vuelve a ser Mundial


En un final agónico, como no podía ser de otra forma, de esas maneras épicas a las que nos estamos acostumbrando, el XV del León selló su pase al que será su segundo Mundial. Tuvo delante a una Portugal que se jugaba todavía más, y por ello no fue un hueso fácil de roer, dando batalla hasta los veinte últimos segundos, muriendo en la orilla en una mañana que ya, desde hoy, es histórica para el rugby español.

Bajo el cielo soleado de El Central, algo que nadie esperaba viendo las previsiones de la semana, el XV del León se plantaba delante de la primera bala que tenía para sellar su pase a la Copa del Mundo, y no iba a fallar. Sin embargo, Portugal, mucho más enchufada en los primeros cinco minutos, arrancaba un 0-3 parcial tras un golpe de castigo ejecutado por Marques, que hoy iba a estar algo más irregular. No tardaría en llegar la respuesta española, con un Zabala que sacó ese alma de portador de balón al que, de vez en cuando, le ponen un turbo, para llegar a la meta portuguesa. Fallaría Ordás la transformación, pero el 5-3 devolvía cierta igualdad.

No hacía mucho que había pasado la primera decena de minutos cuando Portugal volvería a golpear: Bento y Marques, cada uno en sus lides, hacía temblar a un Central que ya sabía que el partido iba a ser de todo menos fácil. Alternando, en ese toma y daca que parecía haberse convertido el encuentro, Pinto haría válido el sempiterno juego de delantera, la enésima marca de ese touche-maul que nadie hace como España, ese que lleva ya una década dando sus frutos y no para. Ordás esta vez sí acertó a pasarla por la H, pero esa alternancia volvería a aparecer, y le tocaba al lado luso. 

Bettencourt se metía en el área de marca de los Leones, y ya certificaba que ese intercambio de efectivos golpes no era más que un buen resumen de lo que todavía quedaba. Y fue así, porque en el 37, ese minuto psicológico, vio de nuevo aparecer la marca registrada con uno de sus mejores embajadores: Pinto posó, y erró Ordás, pero de nuevo el XV del León tomaba ventaja.

Si de algo fue testigo la segunda parte fue de un cambio radical en la idea en las elecciones de las ejecuciones de los golpes de castigo. Hubo intentos a tocuhe con más o menos fortuna, pero ninguna llegaría al puerto definitivo y a sumar. Así, visto lo visto y que la mañana no estaba para regalar nada, los pateadores de ambos decidieron asumir la responsabilidad de poner tierra de por medio. Ordás, que estuvo más inspirado contra Rumanía de lo que estuvo hoy, alternó en eficacia con Marques, tres por dos respectivamente, y dejando el marcador demasiado abierto.

Parece impensable a estas alturas llegar a un final tranquilo. Portugal lo supo, y supo leer que era ya o todo o nada, y se lanzó a la desesperada contra una férrea defensa española, muy seria, perfectamente plantada, que frustraba una y otra vez cualquier atisbo luso de romper la línea. El ensayo de Os Lobos llegó, no era posible mantener tantos minutos tal asedio, y menos con Malié en el banquillo tras recibir una amarilla. El tiempo había corrido, y el pateador portugúes sufrió de las prisas con un intento de transformación con botepronto: tenía que quedar una bala para los intereses hoy verdes, pero nunca llegó.

Los Leones rompieron y estallaron en júbilo, la invasión de campo, tan ya del pasado pre-apocalíptico y la tensión acumulada de cuatro años, o de veinticuatro años, rompió por todos los lados para poner toda la emoción y alegría a una ya tarde histórica: España estará en Francia 2023.

 

 Texto  Álvaro de Benito   Fotografía  Walter Degirolomo/FER


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