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El reto de la búsqueda de seleccionador para la (quizá) era post-Santos


El XV del León cierra este domingo frente a Canadá una temporada de pesadilla, otra más, y con una Federación sumida en una crisis institucional de calado, con dimisiones y elecciones a la vuelta de la esquina. Más allá de todo el desgaste psicológico e institucional, aparece el plano deportivo como pieza fundamental en la reconstrucción de nuestro rugby. 

Atendiendo al XV del León, objeto de este medio, no sería descabellado apuntar que la era de Santi Santos, la más larga de todas las eras de cualquier seleccionador de España y una de las más longevas del panorama mundial, podría estar cerca de finalizar, aunque todo parece indicar que la decisión podría pasar por el resultado de las elecciones del 30 de julio.

Podría entenderse desde un punto de vista continuista que Santos siguiera al frente de un equipo que compitiendo ha funcionado mejor que peor, aunque no así en la política deportiva que, de cierta manera, es la piedra de toque que nos ha traído hasta aquí. Ese equilibrio entre teoría mal aplicada y práctica con resultados debería tratarse de manera crítica y pausar por un momento todo para tomar la elección más correcta. 

Si esta resultase ser una continuidad de Santos al frente de la selección, quizá la opción menos probable a día de hoy, habría que enderezar esa parte política, haciendo saber a quien no lo sepa que el experimento ha saltado ya dos veces por los aires demoliendo ya dos edificios que tardaron, cada uno, cuatro años en construirse. O esa zozobra inicial en el último clasificatorio cuando las indisciplinas, los fantasmas del pasado y la matrícula ya tomada por nuestros rivales, que llevaban aprendiendo la lección años, acabaron por sumir al XV del León en una crisis de la que solo se salió con un exceso de fe y conciencia.

Post-Santos

Pero la pregunta más repetida es: Y después de Santos, ¿qué? Dos factores a tener muy en cuenta. El primero, lógicamente, saldrá de las urnas, y de ahí veremos qué tipo de política deportiva se quiere seguir para nuestro XV masculino. El segundo, la travesía del desierto y el poco atractivo del calendario de España para los próximos dos años y medio, en donde un Championship ampliado con las potencias de la tercera división europea se antoja casi como el mayor de los retos.

Este último factor lastra muchas posibilidades de obtener un recambio de renombre y de proyección internacional, como pide bastante gente. Ni el presupuesto ni la perspectiva deportiva de una selección a todas luces en reconstrucción serían ganchos suficientes para los nombres internacionales de clase media o media alta. Sirva como ejemplo nuestro entorno, el real. Georgia vive en una interinidad sempiterna desde el Mundial de 2019 con Levan Maisashvili, y eso que clasifican y bien; Países Bajos ha contratado a Dick Muir, técnico de la selección rusa, para cubrir los compromisos internacionales; mientras Bélgica tira de redes sociales para ver si alguien puede hacerse cargo.

Así pues, la dificultad es notoria. La pseudo interinidad del proyecto (que, insisto, puede extenderse hasta los dos años y medio que hay por delante hasta el próximo clasificatorio) podría ser valorada de forma muy positiva por los técnicos locales, que pueden ver en la reconstrucción del equipo un reto que los nombres internacionales, más abocados al cortoplacismo, no ven tan fácilmente. Sería la opción para reanudar un modelo eminentemente nacional, a pesar de la tutela impuesta desde las altas esferas.

 


En ese modelo local siempre han merodeado los nombres de Diego Merino (cuya última temporada al frente del VRAC no ha sido la mejor), Juan Carlos Pérez (con un El Salvador cada vez más exigente tras su temporada liguera), José Antonio Barrio (al que, probablemente, una candidatura continuista le lastre, dado su encontronazo con la ya anterior directiva y con un Pozuelo recién ascendido) o Tiki Inchausti (defenestrado de por vida tras su implicación en el caso Van den Berg). Habría que ver qué les puede ofrecer el XV del León y, sobre todo, si lo que cada uno de ellos puede ofrecer es lo que el combinado actual necesita.

Cabría la posibilidad de añadir dos nombres foráneos a este modelo, el del ex seleccionador Régis Sonnes y la del argentino Raúl Pérez. En el primero de los casos, el debate se centraría en si el momento de reconstrucción es el oportuno para intentar, cuanto menos, replicar su modelo de principios de la década pasada, en el que modernizó la selección e intentó adaptarla a los nuevos tiempos, o si supondría cierto continuismo, precisamente por eso, de las políticas deportivas seguidas hasta ahora. En el caso del actual director de desarrollo deportivo de la FER, el debate pasaría más por entender si tanto monopolio de los aspectos deportivos (y ahí está Santos con sus múltiples cargos) es más nocivo que positivo.

Así, el previsible panorama post-Canadá, que podría ser la última ocasión de ver a Santos al frente de una selección de la cual, también más que probablemente, se bajen algunos, presenta demasiadas incretidumbres. La casuística combinada de las elecciones y el presente inmediato, al que el atractivo se le puede y debe encontrar en esa faceta de reconstrucción, no allanan el terreno para una elección clara del modelo a seguir. 

Aun así, no nos olvidemos de lo acontecido en 2003 con el clasificatorio mundialista, donde Jorge Molinero tuvo que afrontar la interinidad de una vuelta de repesca mundialista tras la salida de un Pierre Pérez que dejó la eliminatoria frente a Estados Unidos sin posibilidades ya en la ida. ¿Podría repetirse un proceso de transición que abarcase todos los compromisos de 2022, si es que los hay? Si siguiese Santos, su faceta podría oscilar entre la de conciliador de una regeneración que él mismo ha lastrado (para sus detractores) o ha ido lentamente produciendo (para sus seguidores), pero quizá no debería prolongarse mucho tiempo, pues, de nuevo, el enquilosamiento acecha. 

Si se eligiese un cambio, es muy probable que este no llegue en plenas facultades a una ventana de otoño demasiado cercana en el tiempo, aunque, si se optase por cualquier movimiento de regeneración en el banquillo, este debería producirse inmediatamente después de las elecciones para dejar vía libre a un modelo nuevo. Con todo, tendremos que esperar al final de partido en Ottawa, que puede despejar algunas dudas, y al resultado electoral, porque quien gane la confianza de los asambleístas debería presentar y tener muy claro desde ya qué hacer.


 Texto  Álvaro de Benito   Fotografía  Pablo Albala / Zuary Group (1), Domingo Torres (2)


 

 

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