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El mal trago de Santos


El pasado viernes, en la rueda de prensa que convocó la Federación Española de Rugby (FER), pasó casi desapercibida la presencia de Santi Santos en la segunda fila de sillas. Abatido y casi sin palabras, el todavía seleccionador nacional masculino presenció, de manera casi institucional, el acto en el que se habló de todo menos de la parte más de su negociado, de la implicación de las políticas deportivas en el caso y de las consecuencias en el corto plazo de una selección abocada al motín que llegará de aquella manera al partido de exhibición del 21 de mayo en el Metropolitano ante los Classic All Blacks.

La política deportiva seguida en la FER con el XV del León tiene algo que ver en todo este embrollo, si no todo. El funambulismo del que he hablado en alguna ocasión con las elegibilidades es un arte meticuloso que no se ha sabido gestionar, a los hechos me remito, y del que depende (o dependía) gran parte de la apuesta por el modelo. Si podemos estar de acuerdo en que es un modelo válido para los intereses de crecimiento del rugby español, también deberíamos tener en cuenta los enormes riesgos que tiene. Ahí quedan dos mundiales por el camino por negligencias administrativas y poco cuidado.

¿Tiene Santos algo que ver? Pareciera que involucrarse con un modelo tan complejo y cortoplacista no tuviera tareas añadidas más allá de las de localizar jugadores seleccionables en Francia o tramitar efes de aquella manera y supeditar la selección nacional a su papel de representación "y no de Academia (aquí no viene uno a formarse)". Si uno apuesta por la excelencia de este modelo, se debe apostar por la excelencia de todo el modelo, incluída la complejidad de la norma y la escrupulosidad en todo el proceso

Sería ventajista decir que el modelo que nos ha llevado a dos mundiales es el mismo que nos ha dejado sin ir a esos dos mundiales, por lo que no es cuestión de tirar de efes por doquier, con un ánimo, a veces desmesurado, si no de que, si tiras de efes, tienes que hacerlo bien. Santos y la dirección deportiva saben que la estrategia ha fallado porque implicaba más allá que alinear: implicaba también hacer la tarea completa perfecta. Y no se hizo. Y no se ha hecho.

Muchos nos hemos preguntado estos días si era necesario convocar a Gavin van den Berg, un primera línea que iba como tercera opción de Santos, a un partido del clasificatorio. ¿Qué necesidad había? Se alude claramente a la fecha límite, pero tampoco creo que no contar con él hubiera supuesto un mazazo definitivo a nuestro paquete de delanteros. ¿Por qué Santos entra con cierto agobio en ese último trimestre señalando la imperiosa necesidad de intentar capturar a Moala, Leauma y Van den Berg? Entiendo que ese estrés que viene generado por la dependencia y la espiral del modelo rumiado durante una década, a veces, no deja tomar las mejores decisiones, pero sería injusto no dejar parte de la responsabilidad de lo ocurrido a la gestión del modelo.

 

El futuro ya está aquí

Ahora, con España fuera del Mundial (a falta de que WR ratifique el dictamen del panel independiente) y con cierto clamor dirigido al cambio de modelo, motivado porque, y lo hemos visto ya varias veces, no se aplica con rigurosidad desde el inicio, a Santos se le vienen encima varios frentes inmediatos, y el primero, su propio equipo y cómo solucionar en tres semanas el partido de los Classic All Blacks. ¿Cómo están los jugadores de identificados con la parte institucional que tiene la selección ahora mismo? No hay que ir mucho más lejos que al comunicado emitido por ellos mismos para entender que, para muchos de ellos, la selección tal y como la conocemos está cerca de finiquitarse si no se hace tabula rasa, aunque se aluda más hacia lo institucional que quizá a la parte deportiva.

Pero el embrollo no acaba en la parte depositada en los jugadores. El partido de los Classic All Blacks, esa primera cita post-debacle, tiene algo de especial, y es que se ha generado desde la iniciativa privada, y la gestión de ese encuentro es radicalmente distinto al que será (todavía) el segundo encuentro, frente a Italia, esta vez oficial y organizado por World Rugby, el 2 de julio. Las implicaciones son claras para este 21 de mayo. Imaginemos por un momento que Santos, que tiene que alinear a esa España XV, no está en condiciones de hacerlo, pero que, además, muchos de sus jugadores no estén ni motivados ni querrían relacionarse con una directiva que, a día de hoy, no sabremos si llegará al 21 de mayo. 

Entendiendo que la FER es una parte importante en el lado deportivo, la relación del máximo estamento para con este evento no estaría atravesando el mejor momento, ni tampoco se habría establecido como prioridad un partido de exhibición que ni siquiera la FER organiza, pero que mantiene relaciones contractuales para llevar a cabo este partido alineando a España sobre el campo. 

 


¿Cómo entonces va a ser capaz Santos de lidiar con el compromiso, el estado de ánimo (el suyo y el del equipo) y las cláusulas contractuales que pueda haber? Ese es el dilema más inmediato de todos. A diferencia de la tragedia de 2018, donde no existió ventana de verano y pasaron seis meses desde la sentencia que dejaba fuera a España del Mundial de 2019 hasta el primer partido de aquella nueva era, lo de ahora es inmediato. 

No sería descabellado pensar que, de aquí a la convocatoria del evento, pudieran surgir diversos formatos y opciones para enfrentarse a los Classic All Blacks, desde una alineación de circunstancias hasta una representación de jugadores que quieran mostrar jugando su distanciamiento con la parte institucional, con todo lo que acarrearía en el plano contractual. Es más, podría existir una vertiente dentro de los jugadores que irían adelante si se les eximiese de ese vínculo, pero para ello tendrían que ocurrir ciertas condiciones entre las tres partes que no sabemos si llegarán en tiempo y forma o si son siquiera meridianamente posibles.

Y eso que los Classic All Blacks es un partido de exhibición que debería ser una fiesta o, por lo menos, debería serlo. Pero también lo iba a ser el España-Italia del 2 de julio, la primera vez en 20 años que España se enfrentará a un tier 1. Mucho se habla del condicionamiento previo de la concesión de este partido al XV del León por ser mundialista, por lo que podríamos estar ante un evento que puede cambiar de protagonistas si los tiempos permiten hacerlo. Es decir, World Rugby podría plantearse el cambio de rival para Italia y concedérselo a Rumanía, mientras que España podría quedarse sin ventana de verano. 

El tiempo es un buen aliado para que esa opción ni se plantee, ya que logísticamente sería muy complicado ese cambio cuanto más tarde sucediese, amén de que Uruguay ya ha anunciado la gira rumana por su país. Sin embargo, ese mismo tiempo en la cercanía también es un enemigo, exactamente por las mismas razones que el partido del Metropolitano. Solo podría cobrar sentido que ese España-Italia sea el inicio de una nueva era deportiva, el pistoletazo de salida para unos años que, en el corto plazo, no serán fáciles, pero que podrían nacer desde ese mismo momento.

 

Otra travesía del desierto (una más)

El panorama es desalentador en el muy corto plazo. Con el partido de Italia en peligro y con la experiencia a medio gas que se puede plantear en tres semanas en el Metropolitano, a la selección nacional le quedan por delante cerca de siete meses para allanar todo lo posible los escombros de los cimientos y plantearse el futuro. Con una dirección deportiva navegando entre las aguas de lo institucional y con una fuerte crítica por la consecuencia de sus políticas por segunda vez, no se antoja el mejor escenario de continuidad aunque quizá para entonces, con la dimisión anunciada de la actual directiva que todavía preside Alfonso Feijoo, el cambio de políticas venga (todavía más) obligado.

Fíjense en un dato. En el Rugby Europe Championship se avecinan cambios, con los ascensos de los dos primeros clasificados del Trophy para conformar dos grupos de ocho equipos. A pesar de que este punto todavía no ha tenido más que un comentario oficial por parte de Rugby Europe, de cumplirse, España se verá en 2023 de poder haber jugado contra Sudáfrica o Irlanda a estar preparando un Europeo con partidos contra Polonia, Bélgica o Suiza y rezando porque las ventanas sean buenas.

Llegar a los clasificatorios de 2025 con garantía está en las manos de las generaciones más jóvenes y con la referencia y la confianza que se tenga en la construcción de un equipo que no tendrá ya que esperar al Mundial para iniciar el cambio. Tres años por delante que no serán nada divertidos y difícilmente disfrutables, pero que serán esenciales para reconstruir el desastre, una reconstrucción institucional y deportiva en la que Santos habrá tenido que beber ya su última copa de tristeza.   


 Texto  Álvaro de Benito   Fotografías  Domingo Torres

 

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