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Un rodillo de reivindicación y festivo, a pesar de todo y de todos


El XV del León cerró su annus horribilis (uno más) dando un nuevo golpe en la mesa al hacerse con la victoria, por primera vez en el breve historial de sus enfrentamientos, contra Canadá (34-57) en un partido electrizante donde España comenzó de una manera apabullante. El encuentro, donde los ataques fueron los auténticos protagonistas, tuvo ese barniz de velocidad y contundencia casi más propio de un equipo de exhibición que de un combinado nacional. Deslució bastante, eso sí, la asistencia: 3.000 espectadores que dejaban una imagen de desolación en un entorno tan ideal (a pesar del sintético).

España jugó de memoria en muchas de sus acciones, y en otras se le notaba suelta y con desparpajo, posiblemente sabiendo que este test match era muy propicio para ello y más cuando al final de la primera parte aquello estaba más que solventado. Aparecieron, eso sí, algunas indisciplinas marca de la casa, área en la que habrá que seguir trabajando, pero que no empañaron un partido de idas, idas, venidas e idas ante unos cannuncks totalmente irreconocibles en el que debutaron Imaz, De la Lastra y Piñeiro, parte de esa generación que está llamada, más pronto que tarde, a sacar las castañas del fuego.

Quién ha visto a la, hasta ahora, sempiterna mundialista Canadá hacer aguas una vez más, con una victoria contra una paupérrima Bélgica como único bálsamo en sus heridas, tan profundas ya como la posición 22 del ránking mundial. Eso sí, España conserva su posición 15, pero, sobre todo, sigue recordando que en lo deportivo siguen estando a años luz de lo que debería ser su refrendo gestor y de despachos, demostrando que se van a sobreponer y que seguirán dando el callo dos, tres, cinco o los años que hagan falta. Lo que habrá que ver es cuántos de ellos, cómo y con quién la frente, pero para eso tendremos que esperar. 


 Texto  Álvaro de Benito   Fotografía  Michael Chisholm / Rugby Canada

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