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Sobre los Classic All Blacks: ruido y nueces

Cualquiera que me lea regularmente por aquí sabrá que, desde que se anunció que España XV iba a enfrentarse a los Classic All Blacks (allá, en la España prepandémica), nunca he sido un defensor acérrimo del plano deportivo de este partido. Mucho tiempo ha pasado desde que se diera a conocer esta idea y, aunque también han cambiado muchas cosas, demasiadas, el aspecto deportivo es quizá el que menos ha variado. Al final, lo que tendremos sobre el césped del Metropolitano madrileño este sábado (20:45 CET) es, cambiando los nombres, el mismo modelo de equipo que se presentó en el ya lejano invierno de 2019: un combinado de leyendas, quizá algo lejanos de su mejor estado de forma, con un pasado glorioso que la mayoría (no todos) compartieron.

El entorno ha cambiado (para mal) en el rugby español. A nadie le descubriré a estas alturas el enorme daño que ha sufrido nuestro pequeño universo oval con ese segundo Mundial que, a falta de resolución final, no disfrutaremos. Al partido contra los Classic -prácticamente gafado desde el inicio con aplazamientos, pandemias y, por si fuera poco, sinergia temporal de noticias-, se le presumía tras sus resurrecciones que llegaba en un tiempo perfecto. 

Hace unos meses, todos apuntábamos a que este podría ser el colofón de la fiesta de la clasificación a una Copa del Mundo y, ahí, solo ahí, podríamos permitirnos ser transigentes con el poco atractivo deportivo. Pero las cosas volvieron a ir a mal, y ahora el debate se ha plantado de nuevo a las puertas del partido. 

Cara

Sin embargo, existen cosas muy positivas en la visita de los Classic All Blacks, en el que también tiene mucho que ver eso que llaman ahora momentum, aunque parezca mentira. El primero y más evidente es la visibilidad que se le está dando al rugby. El ruido. Más allá de batallas cainitas y de dimes y diretes, antes de la gresca, todos coincidíamos, detractores y pro-Classic, que lo único que nos unía era la foto del Metropolitano lleno con las haches. Ese era el trofeo, ser capaces de demostrar al mundo que el rugby aquí tiene tirón. Que los eventos que han realizado este grupo, como la haka en la recepción institucional del lunes, o que la acogida que se ha tenido en los medios, donde se ha aprovechado cualquier resquicio para meter el nombre del rugby, hayan sido un éxito es también parte de ese éxito y del del mundo del rugby. Imagínense qué habría ocurrido (cómo serían esas nueces) con un equipo oficial y clasificados al Mundial.

Personalmente siempre me molestó que el nombre All Black pudiera confundir a más de uno, como a Martínez-Almeida, que en varias ocasiones se refirió a All Blacks, Classic All Blacks y, el lunes pasado, All Black Legends que, lejos de equivocarse, por contenido acertó en todas. Lo hablaba con Mirella Ruiz, al frente de Kiwi House como organizadora del sarao, en la entrevista que le hice hace unas semanas: ese nombre os ha abierto todas las puertas. Y, al final, es de lo que trata esto. No sé muy bien si es comparable a que, en términos futbolísticos, Villa, Raúl, Michel Salgado y Mendieta fueran a jugar contra la selección de Armenia o, en términos baloncestísticos. que Jordan y Magic Johnson hubieran venido hace quince años a jugar contra un LEB Oro, pero lo que sí sé es que tras ese nombre ha habido (está habiendo) una enorme inercia positiva en la visibilización del rugby y en un periodo especialmente crítico.

 


 

Esta semana me he pasado por algunos entrenamientos (bueno, ejercicios físicos y alguna carrera) y he podido charlar con algunos de los nombres que sí conocemos todos. Me interesaba mucho conocer la impresión de alguien que viene a jugar un partido de exhibición tras llevar, en algunos casos, años retirados, y encontrarse uno con esta acogida.  Stephen Donald, el insospechado héroe del Mundial de 2011, sentía que "estaba ante algo maravilloso", casi sin dar crédito que en España "vayamos a jugar en ese estadio y con tantas entradas vendidas". Al verle algo sorprendido, intento que me explique que, si esto es así con ellos, cómo podría ser todo en circunstancias normales: "¡Eso es! -casi exclama- Nos encanta que haya tenido tanta acogida. Queremos que sea un buen partido y ojalá lo pudiéramos hacer más a menudo". 

(Por cierto, Tana Umaga, al que pregunto cuál es la parte más dura del puesto que durante esta semana está desarrollando, se acoge a la parte festiva y de exhibición: "realmente no hay nada difícil en esto: hace bastante que muchos de nosotros dejamos de jugar o que no nos vemos desde hace tiempo, así que ha sido un buen reencuentro en el que no nos ha tomado mucho conectar y ponernos a tono". Y avisa: "A pesar de que seamos ya Classic, todavía seguimos llevando el apellido All Blacks").

Umaga es también directo y reconoce "su sorpresa ante el interés suscitado con el partido", pero también "con las recepciones institucionales y con la gente que ha venido a vernos". Quien parece algo más ilustrado en las lides del rugby español es Joe Rokococo -o, por lo menos, no tan sorprendido-, quien apunta que sus "primeros contactos fueron con las finales de clubes, en España, con decenas de miles de personas viendo el partido". Y es que existe ese ambiente de gran ocasión algo novedoso en un partido como este, en Madrid, que ya dura una semana, en el que lo deportivo se queda en un plano secundario. Es decir, un ambiente similar, si no más grande o extendido en el tiempo a los fines de semana de gloria de clubes europeos o de las grandes ocasiones de Top 14 en Bilbao, San Sebastián o Barcelona.

Joe Rokococo tiene claro cuál es el papel de un equipo como este: "Venir a países no tan grandes rugbísticamente y demostrar que este deporte es para todos. Es también una oportunidad para que podamos conocer jugadores de otros países que nunca nos han visto y que ellos estén con nosotros. Es reconectar y disfrutar del deporte que nos une". Tras haber estado sumergido en todo esto durante varios días, es fácil estar de acuerdo en el efecto de esa faceta de embajadores. España, más allá de su potencial o no, recibe con los brazos abiertos a unos jugadores que han marcado las generaciones de muchos de los que amamos este deporte, porque no es lo habitual. Esa oportunidad, que ya vivimos algunos en 2001 con la visita de la Australia campeona del Mundo, no es habitual, y ahí radica el perdón de algunos a que la faceta deportiva sea algo que no importa tanto.

Empatía

Pero la fiesta, para quien viera el ángulo de la celebración, hace semanas que no podrá ser completa. Alejándome ahora mismo de cualquier debate de si el sábado habrá o no plebiscito popular, hay una parte de todo esto que incumbe a un XV del León que ha pasado por todos los colores, de héroes/víctimas para unos, a contestatarios/alienados por otros. Y es que a ninguno de los Classic se le escapa tampoco la situación anímica del equipo español y lo que podría (de momento) haber sido, aunque desconocen, lógicamente, todo el trasfondo y la cantidad de cromas que han pasado por el Metropolitano en las últimas semanas. 

"Tenemos la posibilidad de hablar con ellos y ver cómo se sienten. Durante los casi dos últimos meses ha sido una situación mala y triste (para el equipo español). Pero es lo que es", cierra pragmáticamente Donald. Umaga es consciente de "lo duro que está siendo tras esa decepción", pero quizá da con una de las claves a las que algunas partes institucionales se agarran: "Les entendemos y estamos aquí para darles todo nuestro apoyo y hacer lo mejor que sabemos". Al final, como resume, "tiene que ser también la celebración del rugby, de cómo colaboramos y de lo que el mundo del rugby puede ofrecer". 

Rokococo intenta acertar también qué se debe sentir "después de que esto mismo ocurriera cuatro años atrás, especialmente con todo el trabajo de esos últimos años para llegar, al final, a la misma situación". En el contexto en el que hablo con él, en el clínic realizado ayer en Vallecas con varias de las escuelas de Madrid, quizá sus palabras sobre el futuro tengan más sentido: "Muchos de los jugadores de ahora no llegarán al próximo Mundial, pero tienen que darles motivos para creer (señala a los chavales que corretean detrás de un caprichoso balón) que las próximas generaciones podrán hacerlo".

 


 

Y es que aquí hay otra nuez. Quien presenciase el clínic pudo ver cómo los jugadores de las escuelas disfrutaron de su día. Quizá no fuera más que otro divertido entrenamiento, pero muchos de ellos podrán agarrarse a un nuevo ídolo sobre el que seguir sus pasos. La presencia de varios jugadores del XV del León, como Bell, o parte del equipo técnico, como Mar Álvarez, junto con algunos de los Classic daban esa pincelada de referencia, cercanía y futuro que, de otra forma, no podríamos haber visto tan altruistamente para la chavalería.

Tras varias semanas conociendo detalles del encuentro y, sobre todo, de haber estado inmerso estos días en él, mi opinión sobre lo deportivo no ha cambiado, pero sí que he logrado entender el enorme lado positivo que esta semana tendrá en mucha gente que se acerca al rugby por primera vez y para muchos de los que están empezando. Si para alcanzar ese objetivo hace falta un partido de exhibición de leyendas es otro tema sobre el que podríamos hablar mucho, pero que, ya que surgió la oportunidad, y a falta de ese trofeo que esperemos tener el sábado de un Metropolitano más ovalado que nunca, hay que ver el lado bueno. Y es que tanto ruido ha traído, de momento, bastantes nueces, y tampoco estamos como para no recolectarlas. Otra cosa será preguntarnos qué hay que sembrar después del sábado.


 Texto y fotografías  Álvaro de Benito 



 


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