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Columna | La soberbia que dejó a España sin Mundial


Nos toca ver el Mundial 2023 por la tele. Ya está, no hay más. Pero lo mínimo sería tomar nota de cara al futuro y que nunca más vuelva a ocurrir. Justamente lo que a la Federación Española de Rugby no le dio la gana hacer pese a los numerosos avisos. Ya lo dijo World Rugby en su resolución original: “España es la autora de su propia desdicha”. ¿Que Alcobendas obró de forma repugnante en busca de un beneficio en la competición doméstica? Por supuesto. Pero achacar a Alcobendas nuestra ausencia en Francia 2023 es como señalar a Iordachescu por perdernos Japón 2019: repetirlo mil veces no lo hace verdad.

La verdadera razón por la que el XV del León no podrá jugar contra Sudáfrica, Irlanda, Escocia y Tonga es que, encerrada en una burbuja donde todos están convencidos de que haber hecho siempre las cosas correctamente y donde sólo se ven enemigos externos, en la Federación Española de Rugby faltó la humildad suficiente como para aprender de nuestros errores pasados. Y no me refiero tanto a 2018 (Bélie y Fuster) como a 2020 (Bell y compañía).

Para ello hay que fijarse en determinadas observaciones del Comité Independiente. Para éste, en 2019 Gavin van den Berg pasó en 127 días fuera de territorio nacional. Ocho de ellos no fueron en Sudáfrica, sino de viaje por Europa. Los famosos viajes por Europa que Rusia y Rumanía sí cazaron en las redes sociales del sudafricano. El hilo del que tiraron y resultó que logró descosernos hasta quedarnos en pelotas. Si la FER hubiese sumado los 62 días declarados por Alcobendas con sus fotocopias manipuladas a esos días de vacaciones, si alguien hubiera chequeado las redes sociales de Van den Berg o si alguien hubiese preguntado por ello al sudafricano, jamás hubieramos tenido problema alguno.

Lógicamente habrá quien considere una locura tener que verificar las redes sociales de los jugadores. Incluso no faltó quien prefirió hablar de chivatazo al asegurar que si Rumanía vigiló las redes sociales fue porque alguien se lo dijo. Pero la realidad es que la diferencia entre la Federación Rumana de Rugby y la FER es que ellos sí aprenden y nosotros no. La muestra está en el caso Bell y sus derivadas.

La razón por la que hubo caso Bell fue porque en 2019 Rumanía sospechó de la facilidad con la que España nacionalizaba jugadores de División de Honor por residencia. No entendían cómo tanto argentino, sudafricano e isleño lograba enfundarse la zamarra del XV del León militando en una liga semiprofesional de septiembre a mayo mientras ellos con su Superliga profesional penaban al irse muchos de ellos de vacaciones a sus países. Y el hilo del que tiraron fue Instagram. Concretamente el de Nathan Paila y su esposa: Paila había jugado en el CSM de Bucarest antes que en el VRAC Quesos Entrepinares. Conocían sus rutinas y su afición por los viajes. Al ver que había seguido con ello pese a mudarse a España se les encendió la bombilla. Y cuando España acudió a Botosani para jugar su encuentro del REC 2020, decidieron solicitar una revisión de todos los jugadores seleccionables por residencia. Curiosamente no estaba convocado Paila, pero tuvimos miedo y retiramos a Bell.

Como todo lector ya sabrá, World Rugby terminó dando el OK a Bell. No porque hubiera respetado la norma tanto como porque el probado arraigo pesaba más que los pocos días con los que excedió la normativa. Pero el éxito vendido desde la FER llevaba aparejado una advertencia formal que se prefirió ocultar a la afición española. Al igual que el debut irregular de un buen puñado de jugadores, desaparecidos en combate desde 2020. Cabe destacar que en el verano de 2019 la Federación Española de Rugby recordó a todos los clubes que cualquier jugador con estatus “de formación” no debía haber pasado más de 62 días al año fuera de España. Sin embargo los clubes siguieron marcándoles con F en las actas sin grandes chequeos, induciendo a la FER en el error en busca de un beneficio en la competición doméstica (¿nos suena?).

Ahí tenemos la razón para la creación del Comité de Elegibilidad. En lugar de delegar todo el proceso en los clubes, el chequeo administrativo pasaría de ahora en adelante a manos de la FER. A simple vista parecía un proceso serio. Pero el protocolo quedaba cojo. Nadie en España se preguntó cómo Rumanía llegó a ponernos contra las cuerdas. Nadie aprendió que había que vigilar el rastro dejado por los jugadores en redes sociales. Si alguien hubiera aprendido esa lección y la hubiera introducido en la rutina administrativa, hoy España sería una selección mundialista. Nadie lo vio oportuno, porque la FER siempre hace las cosas bien y la culpa es de quienes disfrutamos con nuestros fracasos. Así que ya saben, a cerrar el puño y poner cara de enfadados contra World Rugby, Rumanía y Alcobendas. 


 Texto Valerio Orive   Fotografía   ‎ Domingo Torres

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