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Los árboles y el bosque


Pasó el partido del Metropolitano y con ello una nueva oleada de valoraciones y críticas, positivas y negativas, que suelen suceder tras un evento como este. Sin embargo, estas opiniones las hemos ido vertiendo todos en una cantidad mayor al anterior acontecimiento, fruto y síntoma de que algo se está moviendo. Se dice que opiniones, como narices, todos tenemos todos una, aunque en muchos casos son más (sería muy triste adherirse sin reparos a esa lacra del pensamiento único). La mía, la que he defendido y publicado es que este tipo de partidos-eventos son necesarios como complemento, pero imperativos en su mínimo, si queremos desarrollar el rugby en nuestro país.

Cuando Kiwi House anunció el partido contra los Classic All Blacks, fui tajante en cuanto al valor deportivo de aquel encuentro, un valor del que no había rastro ninguno. No me gustó la marejada que arrastró todo aquel all black descafeinado que parecía un pasaporte diplomático. Sigo creyendo que aquel partido, enorme en cuanto al márketing, la promoción y al espléndido aprovechamiento de la marca universal All Black, hizo maravillas arrastrando al neófito a ver, en muchos casos, sus primeras líneas de veintidós ante el reclamo de una haka, pero su valor residual en lo deportivo empañaba una ocasión que, por entonces, iba a ser única.

Precisamente por ello, por la demanda de un valor deportivo por encima del mero espectáculo, el partido de ayer entre España y Argentina colmaba mis expectativas, unos deseos de que, por fin, se volviera a cierto cauce de oportunidades de cruzarse una vez al año con un tier 1. Sin embargo, hay que apuntar que este deseo puede confrontarse con otras opiniones sobre varios puntos, muy vinculados quizá a la pasión y a esa cultura cortoplacista y algo menos al conocimiento de una realidad que marca, de manera activa, la celebración de estos eventos.

Un primer punto sería la necesidad de que España tuviese un partido de exposición de este calibre al año, independientemente del resultado. Durante la semana previa defendía este imperativo desde el punto de vista histórico: nuestros referentes de lucha solo consiguieron crecer acumulando derrotas abultadas en los primeros momentos de un incipiente calendario que les cruzaban con potencias. Italia, Japón y Georgia, y ahora en menor medida Fiyi y Samoa, se han beneficiado de poder ser apaleados por los tier 1 más fuertes sin que pareciera importarles. Solo así han conseguido llegar a derrotarlos, años después, y a que las diferencias sean menores.

España no puede permitirse el lujo de no ser vapuleada en los próximos años si con ello se va aprendiendo y creciendo. No estamos hablando de tener un calendario de seis partidos frente a tier 1 todos los años, sino de crecer midiéndose contra los de tu tamaño, pero, una vez al año, ir probando suerte de disfrutar de los aprendizajes que, como ayer, nos puedan dejar los mayores.

Hay gente que aboga por el resultadismo, esa cifra absoluta que es algo truculenta, ya que, por ejemplo, esta temporada que cerramos ayer (o abrimos, ya no sé) tuvo dos victorias, contra Países Bajos y Alemania, en partidos nefastos y de claro decrecimiento. ¿Sería eso preferible a tantear, o por lo menos a tener la oportunidad de, una vez al año salir derrotados, pero con valiosos aprendizajes de aquellos que mantienen las directrices de juego y del futuro del rugby mundial? Alguien también podría esgrimir que un resultado como el de ayer no favorece a ninguno, al igual que siempre nos quejamos de los partidos de nuestras chicas. La cuestión radica no en lo absoluto del resultado, sino en la visión largoplacista del rédito de esas oportunidades.

Otro elemento criticado han sido las fechas y la asistencia. Quiero pensar que el evento de este año en cuanto a fechas será circunstancial, y me atrevo casi a afirmarlo. Primero, las fechas vienen dadas por varios factores. En el plano deportivo, en este caso, por la oportunidad de tener a una selección mundialista de camino a la Copa del Mundo, que se celebra en septiembre. Nadie puede ponerse manos a la obra con semejante obra faraónica, y menos apostar su dinero (recordemos que es iniciativa privada), en un mes en el que, como en diciembre, el país se para por el éxodo del calor al menos calor y de la fuera centrípeta playera. Eso a no ser que tengas, precisamente, la oportunidad

La convocatoria es una chusta. No. La convocatoria es la posible, y nunca la posibilidad está en manos de una selección como la nuestra. España tiene que lidiar con los clubes de origen, con las carreras profesionales y con que les dejen, en fechas inverosímiles, traer, no a los mejores, sino a los mejores de los disponibles. Y lidiar, sobre todo, consigo misma. Pretender creer que podemos hacer lo que queramos solo tiene dos lecturas: el razonamiento futbolizado de una potencia en ese deporte que cree que todo es igual que en fútbol, y lo complicado del sistema que rige los destinos del rugby en España que dificulta la comprensión de la capacidad de los poderes ocultos. Eso por no hablar de la disponibilidad de terrenos aptos.

Siempre demandamos más y más, pero cuando tenemos la oportunidad, decimos que si el resultado va a ser muy amplio o que si las fechas no son las adecuadas. ¡Cómo si pudiéramos elegir! Por desgracia, ninguno más que el sistema victoriano decide cuándo va a ser la oportunidad. Y no siempre la hay. Es más, lo normal es que no lo haya. No podemos pretender crecer si cuando tenemos la ocasión delante vamos a indicar las dos cifras del resultado en contra, o de si cuando tenemos une stadio más allá del vetusto Central decimos que, como decía mi abuela, se ve mucho cemento

Ese marketiniano nombre de The Match, acuñado por los promotores del partido Kiwi House como concepto amplio, con su artículo inglés singular y absoluto, indica precisamente eso: el partido. Más allá de anglicismos y demás vicios posmodernos, lo que encierra esta iniciativa es poder acercar esa posibilidad, desarrollarla, y evolucionarla hacia el complejo equilibrio que resulta en este país la viciada importancia en el imaginario del omnipresente espectáculo de la haka y la aportación real y valor deportivo de un encuentro. La lectura del partido de ayer puede estar viciada si no se toma como un hecho aislado por la elección pasiva de rival y fechas. Simplemente, son trenes que hay que tomar, que se deben tomar, si queremos crecer en exposición, y más una RFER que mira de cerca el relativo éxito de la iniciativa privada como complemento a sus acciones. 

Y, sobre todo, ser conscientes siempre de que la oportunidad deportiva suele estar lejos del espectáculo del baile oceánico: no nos debería interesar deportivamente tanto el folclore como el plano deportivo, a todas luces de menor interés para el público general y por mucho que llene más estadios, al igual que no nos debería importarnos caer por 60 puntos contra tier 1 durante los próximos diez años si eso supone tener la oportunidad de enfrentarnos a los mejores. Y esa labor, la de la iniciativa privada jugándose sus cuartos entre la millonada de traer a un tier 1 y la de llenar un estadio para un espectáculo, es la que debe resultar en ese equilibrio propicio para que no caigan en su empeño y, al mismo tiempo, nuestro rugby pueda aprovecharse de ello.


Texto: Álvaro de Benito / Fotografía: KiwiHouse

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