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Argentina arrasa a España (3-62) y certifica el abismo de los dos mundos


Los Pumas regresaron a Madrid para su tercera visita a España que representaba el quinto partido entre ambas selecciones. Nada nuevo bajo los focos del Metropolitano, o, por lo menos, si nos atenemos a los pronósticos y a una lógica aplastante de las velocidades y universos existentes en el rugby mundial, a los que hay que sumar ese eterno limbo en el que se mueven Los Leones y que no favorece demasiado, a pesar de esa ansiada búsqueda de la felicidad que es lo que realmente ha unido esta empresa en los últimos tiempos.

España saltó al campo sabedora, por un lado, de que el encuentro frente a la mundialista Argentina estaba condenado a batallar lo imposible para reducir una diferencia en el marcador que desde hace meses se antojaba amplia, y por otro, que poca o ninguna lectura podría hacerse del mismo. Empezando por la alineación, fruto de una convocatoria que creó algo de controversia y que no se sabía si era de homenaje, de transición, de futuro, de presente o de pasado. O de todo ello junto. O de nada, aunque se mantuviera por ahí que, de tener un calificativo, esta sería de premio a la temporada.

Pocos nos explicamos alguno de esos premios y, en mayor medida, la oportunidad perdida para tratar este marco de una forma más coherente en el discurso de futuro e identidad. Pero el XV del León funcionó a rachas, sobre todo durante los primeros quince minutos achicando las aguas torrenciales que se avecinaban en el césped del estadio madrileño, formando una buena defensa que sería incluso alabada por el propio Cheika. Y prácticamente, hasta ahí. Fue casi imposible superar la línea de centro y, aunque con cierto apego a las fases estáticas para ralentizar el envite albiceleste, las líneas defensivas se iban mermando. 

Mientras que España no sabía qué hacer con la pelota cuando esta acababa en su poder, a Argentina no le costaba mucho entrar y romper líneas cuando se lo proponía, y más con los puntos de velocidad que mostraron varios de sus jugadores antes de algunas marcas. En ese mundo físico, a Los Pumas, cuya preparación no se limita a los dos meses previos al Mundial, sino a cada uno de los 365 días donde compiten literal y mentalmente, tuvo una de sus grandes herramientas.

A España no le salió ni el famoso touch maul. El ofensivo, porque el defensivo brilló por su ausencia. Parece que la marca de España en ataque flaquea cada vez más, siendo medianamente eficaz solo ante rivales, digamos, asequibles, y demostrando que el enquilosamiento en parte del sistema debería empezar ya a tratarse con una mayor eficacia. 

Miguelón se quejaba en rueda de prensa de que en dos semanas no se puede entrenar todo. La pregunta es qué es lo que se puede entrenar. Ese mundo, el de la profesionalización, es otro de esos universos que están a años luz. No debemos confundir la seriedad y las intenciones con lo que supone llevar años metidos en pomada, una pomada en la que España no ha estado y tardará en estar. Por todo ello, las sensaciones no fueron excesivamente malas, más que nada porque no se deben sacar conclusiones de un partido en el que se dio la cara todo lo que se podía dar y que, seamos sinceros, fue algo circunstancial (one-off, que dirían algunos).

 

Texto: Álvaro de Benito / Fotografía: RFER 


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