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La nueva elegibilidad en el REC: surrealismo, expolio y demás


Cuando World Rugby se sacó de la manga la nueva normativa de elegibildiad para representar a las selecciones nacionales (sería más correcto decir "selecciones de las federaciones"), todo el mundo giró la cabeza al Pacífico, donde el expolio al que se ha sometido a las islas con la normativa entonces vigente era más evidente. A veces ese expolio no era tal, pero sí que quedaba la sensación, en muchos casos, de, y perdonen el término más propio de la industria porno, wasted teen: jugadores de las (otras islas) que vestían un par de veces la camiseta All Black y ya, dejando huérfanas las generaciones de jugadores samoanos, tonganos o fiyianos y jodidos en sus ambiciones internacionales de por vida. Y esto llegaba para solucionarlo.

Sin embargo, la nueva lesgislación no deja indiferente a nadie, y esta primera ronda europea verá el estreno de su aplicación en este nuestro Campeonato de Rugby Europe, un escaparate al que asomarse para ver cómo nuestro entorno, contenedor muchas veces de los descartes del cártel (segunda acepción, siempre), también nos brinda momentos que, cómo no, tienen su gracia.

El surrealismo de lo de Beliè

Nos alegramos tanto de que Beliè deje de ser un damnificado gracias a la nueva normativa (gracias, Beaumont) que casi no nos paramos a ver lo surrelaista de la situación. Un jugador que puso su nombre (bueno, y aquellos minutos de Fuster, también) a una de las mayores desgracias del reciente rugby español por su no elegibilidad en 2018, mañana saltará al Central para reengancharse a un grupo que, cuatro años después, intentará lo imposible.

No deja de ser curioso que la propia aceptación de esta norma indique, a todas luces, que en 2018 se hicieron mal las cosas, mal que le pese a Santos y su bandera de injusticia, porque si ahora está bien (y esperemos que esté bien), quiere decir que antes no lo estaba. Pero, dando igual todo esto, lo relevante es que este caso ilustra a la percepción el surrealismo que se esconde detrás de esta norma. Ahora, lo de hacer bandera esta situación ya es harina de otro costal... Cuánta necesidad de héroes tenemos para que caigamos en tanto quijotismo.

Rusia y el expolio inverso

Los Osos tendrán tres nuevas incorporaciones a su plantel para afrontar sus partidos clasificatorios. ¿Sus nombres? Viktor Arkhip, Gargalic y Anton Makarenko. Los dos primeros, moldavos, y el tercero, kazajo, comparten algo en común: todos tienen 30 años o más (1989, 1990, 1991), por lo que nacieron en la Unión Soviética de la que es legalmente heredera la Federación Rusa. Y todos juegan en Rusia desde hace años.

Arkhip jugó 25 partidos con Moldavia, entre 2010 y 2016, antes de que el rugby en la antigua república soviética cayese en picado. Desde 2014 pulula como capitán en el Krasniy Yar. Algo similar le ocurre a Gargalic, quien milita en el Enisey-STM ruso. Makarenko, que jugó un solo partido con Kazajistán, en 2012, contra Japón, recalará igualmente en una Rusia que ha venido a recoger las perlas que otras federaciones, por inanición, han dejado escapar. Eso, sumado a una lectura "por si acaso" un tanto peculiar de la normativa, es también parte de la nueva estrategia rusa para sacar el máximo rendimiento a la nueva legislación.

Los que no llegan todavía a Rumanía

El expolio a lo moldavo no acaba en el vecino oriental; también el occidental sacará tajada de la situación. En este caso, el nombre que más suena es el de Mahu, moldavo él, jugador de la USAP de Perpiñán y 24 veces internacional hasta que, en 2017, desapareció de las convocatorias en una nueva señal de alarma del hundimiento del rugby moldavo y que ya habría dicho a la Federación Rumana "pst, aquí estoy para lo que haga falta".

Jogar pelas raízes

Al francés Cerqueira, nacido en 1993, se le puede asimilar al concepto Beliè: un jugador que pasó por una de esas selecciones absolutas pero no tanto porque eran sub-20, pero que a los socios de cártel (segunda acepción, por favor) -en este caso a Francia- le valía para asegurarse las habichuelas, no fuera a ser que jugase con otra selección, faltaría más. Sin embargo, Portugal no cometió el mismo error que la Federación Española, y nunca le llamó. También se ha demostrado que sin él, Portugal habría llegado a cotas altas. 

Parece que está igualmente en órbita Thomas Laranjeira, miembro también de la extensísima diáspora lusa en Francia, y que podría jugar con Os Lobos. De hecho, y hay que recordarlo, World Rugby comenzó a tener que debatir sobre esta idea de nueva norma de elegibilidad una vez la Federación Portuguesa la puso sobre la mesa: por algo sería.

¿Y Países Bajos?

Pues yo que ellos, visto el panorama y el nivel de locura, paranoia, pirateo, picaresca y sinsentido, estaría revisando todos los árboles genealógicos de aquellos sudafricanos de primera o segunda generación que se hayan vestido ya con la camiseta verde y que lleven la tira sin jugar. No me hagáis mucho caso, pero quizá ya lo estén haciendo.


 Texto  Álvaro de Benito   Fotografía  Domingo Torres

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