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Así / Fran Puertas: Así llegué a ser el León con más ‘caps’


Por Fran Puertas

En 1984, contra Portugal, comenzó todo. Fue un momento muy especial. Me había ido desde Ordizia a Madrid para estudiar en el INEF y jugaba en el Canoe, y el primer punto de inflexión fue poder participar, en 1982, en una concentración de cara a los Juegos del Mediterráneo, con Jesús Linares. Finalmente, no acudí, pero esa experiencia de estar con los mejores jugadores nacionales me sirvió como una gran motivación para seguir entrenando y alcanzar el objetivo de jugar en la Selección.

Dos años más tarde, ya con Ángel Luis Jiménez, me llegó la convocatoria para un partido contra Portugal. Recuerdo momentos de ilusión y de nerviosismo, mi estancia con Carlos Oteo como compañero de habitación, y luego el partido. Fue un encuentro muy incierto; acabamos 6-6 y con la pena de no haber podido estrenarme con un triunfo, pero muy contento. Desde ese momento, comencé a ser un fijo en los planes de los seleccionadores.

La década de los ochenta fue espectacular. Con el XV, además del debut, jugué contra la Escocia de Gavin Hastings o la Argentina de Hugo Porta. Pero de lo que tengo grandísimos recuerdos es de las dos giras por Zimbabue, en 1984 y 1989, ésta última con Gerard Murillo -a quien creo que nunca se le podrá agradecer todo lo que ha aportado al rugby español- y en la que ganamos todos los encuentros -toda una hazaña-. Y, cómo no, los dos partidos contra los Maoríes de Botica y Shelford, en 1988, donde llegué a ensayar en el de Sevilla una de las tres marcas que les hicimos. También por entonces participé en la primera selección de seven de España, que me llevaría a Sidney y a Hong Kong, y que culminaría con el Mundial de Edimburgo de 1993.


Ya en los noventa, tengo especial cariño a dos momentos concretos. El primero, los Juegos del Mediterráneo de 1993, donde tuve el enorme placer de actuar como capitán y obtener la medalla de bronce. Y, por supuesto, el final de la década me deparaba un gran colofón: integrar la primera selección que participó en un Mundial a XV.

En anteriores clasificaciones con Murillo y Bevin nos habíamos quedado a las puertas. Pero la de 1999 era la ocasión ideal: aumentaron el número de participantes y podíamos clasificarnos contra otros que no fueran Italia y Rumanía. Sin embargo, con Feijoo, yo no estaba en el grupo. Lejos de desanimarme, seguí entrenando y jugando en San Juan de Luz con el objetivo de entrar en el grupo que pudiese acudir al Mundial. Y, al final, tanto trabajo y esfuerzo tuvo su recompensa y pude retirarme en el mejor escenario posible.

Mi último partido, el 93º, contra Escocia y en Murrayfield, lo viví con mucha tranquilidad. Sabía que iba a ser el último, y sabiendo lo que suponía, la dificultad de jugar contra Escocia en su casa y en un Mundial, y sintiendo todavía ese cosquilleo en el estómago previo a los partidos, salí con la misma ilusión del primer día. Me sentí afortunado por poder disfrutar con muchos compañeros con los que había compartido tanto y sabiendo que íbamos a pelear todo para salir satisfechos del campo.

VER: Contra Escocia, en el Mundial, fue mi último partido como internacional.
 
Y si tuviera que remarcar una palabra, esa sería satisfacción. Es lo que sentí en mi retirada, por todo lo que había vivido en estos años haciendo eso que tanto me gustaba, pero también agradecimiento a todas esas personas que habían hecho posible: compañeros, entrenadores, amigos que fui haciendo y, sobre todo, mi familia, que hipotecó de alguna forma su vida para que yo me pudiera dedicar a lo que me apasionaba: el rugby.

Ha pasado un cambio de siglo desde entonces, y con la satisfacción de todas esas “primeras veces” (giras, selección y Mundial de Seven, medalla en los Juegos Mediterráneos y Mundial de XV-), sigo siendo el jugador con más internacionalidades con España. Es un hecho que me hace ilusión, pero sé que no es algo eterno. Ahora hay más partidos y juegan más jugadores, y, a pesar de que hay un grupo más amplio con los que contar, sé que tarde o temprano habrá otro que me supere y tome el relevo: es ley de vida. 
 
Fotos: Archivo de la Federación Española de Rugby


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