Columna / Cabezonería
Paralela a la pandemia de Covid-19 que estamos viviendo, el rugby español lleva días inmerso, peligrosamente, en otra epidemia ya conocida: la de la cabezonería. Este mal, del que parece que nuestros dirigentes y distintos agentes ovales no parecen haber desarrollado anticuerpos tras tantos y tantos años expuestos, lleva al enfermo a situaciones de estrés totalmente innecesarias, porque problemas ya atesora de por sí.
La guerra de los cien años
Como bien sabéis por sus fuentes directas, la FER y la ANCRDH, en adelante, LNR, andan enzarzadas estos días en dimes y diretes que parecen estar al margen de la realidad que nos sume a la mayoría en un confinamiento en nuestras casas. Ambos, que se creen tan distintos, en el fondo no lo son tanto y comparten, ante todo, la estrategia de la tensión.
La LNR, en un nuevo alarde de comunicación corporativa nefasta (otro mal oval endémico), disfrazó con motivos humanitarios una rectificación a un comunicado previo en el que se aludía a motivaciones más bien mundanas, y que por eso ninguno de sus clubes iba a acatar proseguir la temporada después de la tormenta. La FER, por su parte, se enroca en una normativa que bien podrían estar en suspensión temporal y aluden a que es competencia única de ellos ver cómo está el tema, valoración que harán a mediados de abril, unos pocos días después de que expire la prórroga del estado de alarma impuesto.
Ambos casos tienen su parte de razón, no lo niego. Los clubes no quieren poner en riesgo su capital, y la FER quiere que no se le ningunee la escasa autoridad que le queda. Pero nadie podrá negar que usar cualquier marco para perpetuar esta guerra civil no siempre es válido. Se puede, y se debe, ser crítico, pero sobre todo lo que habría que hacer es buscar un consenso, dejando, aunque sea por un mes, las vísceras a un lado y actuar por el bien común que representan los jugadores y el futuro.
Si es por autoridad, alguien en la FER debería decirle a Feijoo que ya está bien de jugar a la gallinita ciega. Las cosas no van a cambiar, y el 15 de abril -o cuando se quieran reunir-, seguirán teniendo poca claridad de lo que va a ocurrir en los próximos meses. Cancele ya todo. No hable de aplazar y emplazar a reuniones y reuniones. Todo debería ir en función de primar la salubridad (y estado físico) de los jugadores, evitar lesiones, garantizar una logística básica y necesaria (no lo han hecho en veinte años, tampoco lo van a hacer en un mes) para, no reanudar la competición en junio o julio, sino garantizar un buen espectáculo en septiembre.
Y mientras, Rugby Europe...
A Rugby Europe le ocurre un poco lo mismo que a la FER, que están retrasando las decisiones que, en algún momento, se darán cuenta de que no están en sus manos y que están abocados a cancelar todo, no retrasar todo. Como estos días uno piensa de más, ayer le daba vueltas a la cabeza a ver si es que Morariu, que preside Rugby Europe, es rumano y Rumanía está en la última plaza del Campeonato de Europa tienen algo que ver. Lo sé, es un pensamiento muy retorcido. Es el confinamiento, disculpen.
"A lo mejor -pensarán- como al Europeo (al Championship) la falta una jornada, la podemos meter a capón y jugarla a puerta cerrada en junio o julio", seguido de un "total, como la Nations Cup se la van a fumar igual, y la ventana de verano está más cerrada que abierta, se puede". O un "¡noviembre, noviembre, ahí metemos la jornada y la promoción, dos en uno!".
Pero, y de nuevo, ¿qué pasa con los jugadores y su inactividad y seguridad? Es meritoria también aquí la tozudez con la que operan los organismos que gobiernan el mundo oval europeo. Señores, suspendan ya todo, dejen los torneos como están. En 2004, se suspendió el Rusia-República Checa del Europeo: podrían incluirlo también en la agenda para discutir su juego. Y si quieren jugarlo en noviembre, pues a noviembre, si total, todo vale.
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