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Mundial Sub-20: Francia-España: Fuimos rival

 


En su debut en el evento más importante en el que comparece el rugby  XV español desde el mundial de 1999, la selección sub-20 se vació sobre el césped para poder competirle a un XV francés que tuvo que sacar lo mejor de su repertorio para poder poner tierra de por medio.

Hay un juego imaginario muy habitual al que los aficionados españoles solemos jugar cuando nuestra selección absoluta entra en acción. se trata ni más ni menos que el de  dedicarnos a contar los jugadores rivales que juegan en competiciones profesionales, principalmente francesas, para emitir un juicio de valor a priori sobre la calidad del rival y la dificultad del partido de marras. Hay un baremo, no escrito, que otorga la máxima puntuación a los jugadores que juegan en Top 14, seguido de PROD2 y descendiendo en cascada por las Nationale 1 y 2 hasta llegar a las Fèdèrale. Se considera también jugadores de pedigrí a aquellos que militan en los espoirs de las mejores canteras francesas.

Ayer nuestros internacionales sub-20 se midieron a 8 jugadores que han jugado esta temporada en Top14, dos de ellos con bastante peso en dos equipos como La Rochelle y Pau jugando de 10 y 15 respectivamente. Se midieron también, al talonador del finalista de ProD2, un jugador que ha anotado 8 ensayos y que jugará en Clermont la próxima temporada, o al 9 y al ala de otro equipo puntero en ProD2 como Brive, dos jugadores que suman 56 partidos y 20 ensayos entre ambos en la categoría de plata del rugby francés este año. Por no hablar del resto del equipo, todos pertenecientes a la flor y nata de los centros de formación de rugby del país vecino.

Ante esta pléyade de jugadores saltaron nuestros sub-20 al campo. Lo hicieron sin miedo y con las consignas bien claras. Tratar de ralentizar sus bolas echando gente rápido al suelo,  evitar que corrieran y que nos pillaran desorganizados, y no jugar en nuestro campo, saliendo al pie a campo contrario lo antes posible con patadas profundas que nos permitieran a los nuestros subir organizados a la presión y jugar nuestros balones en campo contrario.

La verdad es que la labor era ardua. El pedigrí del rival se plasmaba en el campo, y contener a los franceses era muy complicado. Superioridad en los contactos, un nivel de juego en descarga altísimo que metía una continuidad y una velocidad del juego brutal, mucho movimiento sin balón en los canales de 10,12 y 13 para facilitar a los 3 de atrás y los delanteros descolgados jugar en superioridad por fuera… Un nivel de rugby espectacular, con estructuras de ataque muy claras y técnica y tácticamente casi impecable.

Ante este torrente de juego, los nuestros se vaciaron. Fueron rápido al suelo para evitar que corrieran en exceso, se aplicaron en el placaje y en la presión y corrieron con mucho orden hacia donde iba el ataque rival, pudiendo frenar muchas acometidas francesas, forzando incluso algún retenido, y logrando cortar algunas circulaciones de balón cuando los jóvenes franceses se emocionaban en exceso y pretendían dar algún pase de más. No se concedió ningún ensayo fácil por bajar los brazos. Todas las marcas francesas vinieron por situaciones de juego francas generadas por su buena toma de decisiones y no por omisión del rival.

En ataque, como hemos dicho al principio, las consignas eran bien claras. De jugar, hacerlo en campo contrario y utilizar el pie para salir de campo propio. Estamos hablando de un planteamiento, como todos sabemos, más viejo que el hilo negro, pero sumamente efectivo y que da mucha confianza a los equipos bien trabajados cuando se miden a escuadras superiores. Durante la primera mitad, Otamendi y Richardis nos llevaron cómodamente a campo contrario. Bien es cierto que, con el avance de los minutos, el uso del pie se convirtió en excesivamente reiterativo, aun cuando se presentaban opciones de juego a la mano, y cada vez más impreciso, bien no alejando el balón excesivamente o bien no sacándolo fuera y obligando a un esfuerzo extra a la defensa, pero en general, cumplió el objetivo de evitar tener a los franceses todo el tiempo en nuestro campo. El coste, se tradujo evidentemente en un porcentaje exiguo de posesión, pero la poca que hubo, se jugó con mucho criterio y se llegó a poner en aprietos a los franceses.

Nuestros mejores minutos de juego vinieron cuando el pack de delanteros pudo tener balones para atacar en campo contrario. Muy seguros en los saques de lateral, pudimos tener bolas propias, y comandados por el buen hacer en los contactos de Diego Gonzalez, Ariceta y la tercera línea, les intentamos hacer daño acumulando fases, e incluso llegamos a merodear su zona de ensayo. Fueron alrededor de diez minutos de muy buen juego en el que los leoncitos pudieron permitirse dejar de ir con la lengua fuera todo el rato y dedicarse a jugar. Pese a que la melé fue una tortura durante todo el partido, los laterales fueron una buena fuente de posesión.

No pudimos esta vez hacer muchas florituras porque teníamos la presión excesivamente encima, pero si que fuimos incisivos, con un Carmona que se zafó muy bien y supo leer que tocaba arriesgar poco y centrarse en avanzar y asegurar la bola, y con unos alas que intentaron sumarse fuera de posición para generar opciones.

La llegada del descanso, con un 28-0 abajo, permitió reordenar conceptos, respirar y afrontar una segunda mitad conscientes de la dificultad de la empresa, pero también conscientes de que había posibilidad de tener más balón y hacer más daño.

La segunda mitad se movió dentro de un contexto de juego mucho más desorganizado, pero fue mucho mejor para los intereses españoles. Los franceses siguieron con su mismo ritmo alto de juego, pero comenzaron a arriesgar más balones fruto de cierto exceso de confianza, y los leoncitos estuvieron atentos para poder interceptarlos y jugar más en transición. Fruto de una acción en transición tras robo de balón español llegó el primer ensayo, tras una carrera maratoniana para correr una patada a un balón suelto. Fue Diego Gonzalez, posiblemente uno de nuestros hombres del partido, el que escribió su nombre con letras doradas en los anales del rugby español anotando el primer ensayo en un mundial A sub-20.


Los cambios sentaron bien a los leoncitos. Si bien se siguió con la tónica de un uso excesivo, incontrolado e impreciso del pie (mucho, fruto de toma de decisiones individuales incorrectas), la entrada de la segunda unidad dio mucho oxígeno al equipo, que por fin pudo tener un volumen de posesión considerable y acumular fases para intentar romper la defensa francesa en su campo. La entrada de López de Haro y su combinación con Richardis en la bisagra permitió al equipo tener sus mejores minutos de juego. Se jugó cerca y lejos, se intentaron movimientos sin balón, se llevó el balón fuera con peligro…En definitiva, nos dimos el lujo de ver a nuestros sub-20 jugarle de tú a tú a la campeona del mundo en todo un minuto 65 de partido, con un 35-7, que evidentemente no es un marcador ajustadísimo pero que ni mucho menos es una derrota severa, y después de haberles hecho sudar de lo lindo y tener que sacar su mejor rugby para ganarnos.

Luego vinieron los últimos 5 minutos, llenos de descontrol, con 2 ensayos suyos y uno español obra de Julien Burguillos, que pusieron el 49-12 final. Un marcador un tanto engañoso, puesto que, aunque refleja la superioridad francesa, no pone en valor el alto grado de resiliencia de nuestra sub-20.

Un debut más que digno en una competición a la que el rugby español nunca se había asomado. Nuestro primer banquete en la mesa de los grandes se saldó con buenas sensaciones y con ánimo de mejora para los siguientes compromisos. En el horizonte, nada más y nada menos que esa selección que viste de negro con una hoja de helecho en el pecho. Ahí es nada. Que prosiga la aventura.

 

Texto: Víctor García / Fotografías: Shaun Roy/World Rugby

 

 

 

 

 

 

 

 

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