Análisis / El seven español tras otra decepción olímpica: una mirada deportiva y económica
El seven español se ha quedado sin Juegos Olímpicos, y lo ha hecho por segunda vez consecutiva, tanto en masculino como en femenino. Si bien la opción de las chicas desapareció hace un año, la noticia de la no clasificación de los chicos, no por factible dada la épica que se le presuponía, deja de ser un jarro de agua fría. En sí, pareciera que el nuestro seven atraviesa desde hace años un momento agridulce, ese “relativo éxito” que arroja la estabilidad desde 2017 en las Series Mundiales, pero que ha dejado cojeando desde entonces la disciplina sin entrar en los dos últimos Mundiales (en chicos, uno en chicas) y, sobre todo y más relevante, sin participar en los dos últimos Juegos Olímpicos.
La presencia de España en el mundo del seven es redituable. A nadie se le escapa la importancia estratégica de una disciplina que sufrió un espaldarazo crítico con su conclusión en el programa olímpico, lo que rápidamente se tradujo en un apetecible trozo de pastel al que acceder y con el que reclamar la atención de los agentes públicos. Por tanto, el seven debe entenderse como algo instrumental, una herramienta que sirve para fines ulteriores, mucho más allá de lo deportivo, como bien saben las federaciones. Por ese motivo, la no clasificación a los Juegos Olímpicos de París, como tampoco lo fue para Tokio, no es una buena noticia.
Podemos entrar a desglosar esa comunicación política de qué es importante en cada momento, de si lo económico o lo deportivo, pero existe una realidad de datos y progresiones que indican que nuestro seven no anda mal, pero tampoco bien. Hacia dónde va y por qué es importante pueden responderlo nuestras instituciones, aunque muchas veces naveguemos en un mar de dudas.
Estancamiento deportivo o pretendida progresión
A tenor del debate que surge cuando se analiza la situación de esta disciplina, hay que calibrar entre los mil factores que rodean una modalidad que tiene cuatro torneos: Europeo, Mundial (aunque huele a suspensión sine die), Juegos Olímpicos y Series Mundiales. Hay orgullo por ser uno de los ocho países que compiten en todas las disciplinas, incluyendo el XV y el 7s en ello, claro. Otra cosa es que esto sea síntoma de buena salud o de que sea positivo, ya que los resultados no avalan precisamente que se esté compitiendo en todos, aunque se haga acto de presencia.
Volviendo al seven, que es lo que ocupa este análisis, y mirando los datos, la relevancia de no haber llegado a París 2024 en la parte deportiva es crítica. Y lo es por varios aspectos. El primero de ellos, porque en el caso del femenino, las aspiraciones las cortó República Checa tras un partido horrible que acabó con Iggy Martín en la picota. Alguien podrá decir que fue un partido, pero es que todos son un partido. De hecho, la decisión de eliminar al enésimo seleccionador tras la debacle dice mucho más políticamente que deportivamente.
El éxito de mantenerse en las Series Mundiales también a un partido no debe ocultar el fracaso que ha supuesto la eliminación por la carrera olímpica ni la más que mejorable temporada. Y en un análisis, tampoco se debe esconder la ausencia de los últimos Mundiales o la de Tokio. El seven son cuatro torneos, decía, y cada uno tiene una relevancia deportiva distinta, pero todos son susceptibles de cobrar una importancia política. La plata del Europeo de 2023 fue celebrada a bombo y platillo, al igual que la victoria frente a Sudáfrica en 2024, pero no por ello hay que olvidarse del bajo rendimiento de la temporada actual ni de los resultados casi consolidados en las anteriores temporadas.
Con el masculino y su fracaso olímpico por segunda vez consecutiva ocurre similar. El cariz político de cualquier actuación "menor", por ejemplo, el orgullo del bronce europeo en 2023, se sucede, mientras que se tiende a relativizar elementos mucho más importantes como es esta ausencia olímpica si esta no se produce. Sí, el seven español lleva desde 2017 en las Series Mundiales, al igual que lleva fuera de los otros dos grandes eventos las dos últimas ocasiones. Pero este es un objetivo real que la Federación persigue y consigue, también in extremis, aunque el ascenso del masculino en el último tramo de temporada lo haga más que merecedor.
Pero el síntoma no está en la celebración de un bronce europeo o en la relativización de no clasificar a unos Juegos Olímpicos. No, eso son temas políticos que deberían importarnos poco a los que no vivimos con ello, pero sí que debemos evaluar el síntoma que es el claro estancamiento del seven español. Obviemos por un momento que España masculina llevará dos Juegos y dos Mundiales sin presencia. Es decir, analicemos ese “crecimiento” eterno al que se alude como defensa de la falta de resultados y que podemos observar en la evolución desde 2017 y con las Series Mundiales, quizá el termómetro más constante.
España ha quedado décima o antepenúltima de la última edición de las Series Mundiales masculinas, la mejor posición ordinal (excluyendo el noveno puesto del circunstancial 2021) o la segunda clasificación relativa más baja desde 2017, si lo prefieren ver desde ese punto de vista, ya que la "unificación" británica redujo a doce los equipos participantes. El año anterior, el primero de Paco Hernández como seleccionador, España quedó en un puesto once de quince participantes (más invitado); en la 2021/22, la última de Feijóo, 11º de 16 participantes. Si seguimos hacia atrás, la 2019/20 vio cómo España compartía el 13º puesto de 15 (más invitado). En la 2018/19, se quedó 12º de 15 participantes (más el invitado); y en la primera, en la 2017/18, 11º de 15 (más invitado). Es decir, el proyecto goza de un perfecto estancamiento que no se corresponde, por lo menos a tenor de los resultados, con la evolución sugerida.
Es más, siendo justos, hay que analizar cada temporada desde un prisma distinto, ya que la evolución (o involución, según se vea) de las Series Mundiales y su estructura hace que sea imposible una comparación en términos absolutos. Por ejemplo, en la 2021-22, ganar dos partidos de la fase de grupos no te daba la clasificación automática, mientras que en la 2023-24, acceder incluso a Copa de Oro podía producirse con un buen único resultado y una buena gestión de las diferencias. ¿Es una buena vara de medir una posición absoluta con un menor número de equipos o de hacer valer una, dos o tres victorias? Todos recordaremos más o menos aquel 2022, en Sudáfrica, con los telediarios diciendo que España había ganado a los All Blacks, y que luego se ganó a Uganda y que hubo empate y la diferencia nos mató.
También hay que escrutar ese pretendido mantra de equipo en construcción. Mientras que puede atribuirse ese aspecto al femenino, que desde hace dos años han sufrido esa reconstrucción teniendo que aguantar entradas, salidas y elementos circunstanciales de carácter deportivo y político en su dirección, el equipo masculino que este fin de semana no logró clasificar no es un equipo tan en construcción. A excepción de un jugador, el resto vienen de, como poco, la era Feijóo y, si ha habido cambio de ciclo reciente, ese hay que situarlo en la irrupción del covid, que fue quien marcó ese cambio. Que lleven año y medio bajo una distinta dirección tras el amotinamiento contra el ex seleccionador no quiere decir necesariamente que sea un equipo en progreso, ni mucho menos distinto. Talento, sí. Futuro, más bien presente. El cambio técnico impacta, obviamente, pero los nombres nos vienen de lejos, y los que esta vez tampoco lograron el pasaporte olímpico veremos si están ahí para Los Ángeles.
Un roto en el bolsillo
España no ha hecho los deberes olímpicos. Eso es irrefutable. O, mejor dicho, no ha alcanzado los objetivos por los cuales el CSD ha invertido una buena cantidad de dinero en la RFER consistente en centenares de miles de euros (700.000 por temporada) con un objetivo estratégico claro: el desarrollo del seven y la presencia olímpica del rugby español. El máximo organismo del Gobierno en materias de deporte quizá no esté tan contento con que el rugby español, desde aquel lejano 2016, no tenga presencia olímpica, aunque habría que preguntarles a ellos.
En 2021, tras la no clasificación para Tokio en un Preolímpico desastroso en el que la plaza europea estaba algo más cara por aquello de celebrarse los Juegos en Asia, la Federación de los Feijóo presentó un proyecto deportivo del seven al CSD en el que se exponían las numerosas ventajas de la disciplina y que se debería traducir, como finalmente ocurrió, en un apoyo económico para esos propósitos. Para septiembre de 2022, el CSD ya había traspasado 700.000 euros fruto de la “compra” de un proyecto que se desarrollaría sin uno de sus principales planificadores, ya que el ex seleccionador Pablo Feijóo sería despedido tres meses después. Por cierto, otra muestra de lo excepcional del seven y de su importancia radica
también en ciertos tiras y aflojas contractuales con jugadores en los
que la clasificación o no a los Juegos tenían un papel fundamental.
Es más que evidente que la inversión que se realiza desde el CSD tiene una fuerte base en el seven. Cualquiera puede acceder al nivel de subvenciones que recibía la Federación antes de la bendición olímpica para cotejarlo. España, la España más reciente, recibe una gran cantidad de dinero en subvenciones o transferencias del CSD, de Rugby Europe y de World Rugby, entre otros, y mucho más que de una iniciativa privada que se resiste a aparecer. Según las cuentas públicas de 2023, la RFER ingresó por ingresos federativos y ventas 2,2 millones de euros, mientras que por el concepto de subvenciones lo hizo por valor de 5,5 millones. Según fuentes federativas consultadas, el incremento en esa partida se debe a la enorme mejora en la relación con ambas instituciones. Así, las subvenciones del CSD pasaron de 2,2 a 2,6 millones, y los ingresos procedentes de WR, de 1,4 a 2,5 millones.
Es decir, con esos incrementos, cerca del 71% se corresponden en el último ejercicio a subvenciones o dinero institucional de los organismos, lo que supone una subida de la dependencia económica de esos ingresos que, además, se vuelve crítica tras el aumento del 62% al 71% de esa partida respecto a 2022. Y en esas cifras, en concreto en los 2,6 millones que ofreció el CSD en 2023, el seven parece ser fundamental.
El impacto directo también tiene cifra. Por ejemplo, ciñéndonos a las cuentas de 2023, la no clasificación del femenino a París 2024 supuso una deducción de inversión del CSD de 338.502,64 euros, una retirada que podría replicarse en las cuentas de este año si se toma en consideración el mismo concepto: la no presencia del masculino en los Juegos Olímpicos. Es decir, si se aplicase el mismo criterio, no estar en los Juegos Olímpicos habría costado a las cuentas federativas alrededor de 700.000 euros.
La no participación de España en los Juegos Olímpicos puede abocar la situación a dos soluciones con el CSD: la eterna paciencia y fe de cuatro en cuatro años (que será así, dado que los Juegos tienen ese ciclo y no queda mucho más remedio que hacerlo) o el “castigo”. Sin embargo, sea cual sea la decisión, no se podrá decir que la no clasificación olímpica sea algo menor, algo sin importancia o que, como España sobrevive en las Series Mundiales, todo va de lujo. La tarta en la que entra World Rugby a través de los Juegos Olímpicos se estimaba en 2019, según el medio especializado Play the Game, en 14,1 millones de dólares. Esta cifra, normalmente superior al finalizar el reparto una vez celebrados los Juegos, pudo variar de cara a Tokio por la crisis sanitaria, pero puede ser un buen índice para saber cómo será en París.
Así, tanto desde el punto de vista deportivo como económico, la no presencia consecutiva en Juegos Olímpicos pasa factura. No pasa nada por analizar y pararnos a ver por qué el seven español goza de una salud algo frágil. No, no está enfermo, pero tampoco está espléndido. Está tocado. De ahí que se hable de un “éxito relativo”, porque podríamos estar mucho peor. Es necesario encontrar cierta autocrítica en algunos estamentos, la misma que, por ejemplo, José Antonio Barrio, director deportivo de la RFER, tuvo cuando el femenino no logró si objetivo olímpico el año pasado: fue un desastre y se tomaron medidas drásticas. De momento, parece que siempre estemos a un partido de ser los mejores y a otro de seguir creciendo en una construcción del seven que empieza a antojarse eterna.
Texto: Álvaro de Benito / Fotografías: Mike Lee/WR (1), Domingo Torres (2), FERugby (3) / Infografía: Álvaro de Benito/A Palos
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