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Mundial sub-20: El mejor partido para preparar el más importante

 

Los Leoncitos jugaron su mejor rugby del torneo en el día en el que comenzaba su particular hora de la verdad. No fue suficiente para llevarse la victoria, pero si para reforzar al equipo de cara al partido más trascendental del torneo, el que le medirá a Fiyi por eludir el último puesto y tratar de evitar que su paso por el mundial A se convierta solo en una única y maravillosa experiencia que recordar con el paso de los años.

Una vez acabada la titánica empresa de la primera fase, con dos partidos ante dos de los colosos del universo sub20, y otro ante una Gales que nos sirvió para calibrar el sitio en el que todavía estamos y el lugar hacia donde deberíamos viajar, comenzaba para los jóvenes talentos españoles su verdadera Copa del Mundo. Dos partidos para dirimir si el rugby español puede seguir entre los 12 mejores combinados sub20 otra edición, o si debe volver al territorio del Junior World Thophy

Enfrente, el mismo rival del último test antes de viajar a Sudáfrica. Una Italia que en aquella ocasión nos derrotó con relativa holgura en el marcador, pero ante el que se pudo acumular posesión, defender con orden y energía y competir de tú a tú durante un tramo muy amplio del partido.

El partido arrancó con el guion previsto. Italia tiraba de acumulación de fases con su delantera para acelerar el juego y aglutinaba gran parte de la posesión. Los italianos se mueven en un entorno competitivo que dista años luz del nuestro, tirando a los jugadores muy rápido sobre los ruck tanto en ataque como en defensa. Lógicamente, ellos son cola de león, por lo que cometen muchos más errores de manejo no forzados y no están tan sincronizados en el trabajo en el suelo como Franceses, Kiwis, o incluso como los galeses, mucho más disciplinados y rápidos en los puntos de encuentro.

Con esta tesitura, los Leoncitos supieron fajarse. Sufrieron mucho porque los transalpinos atacaron muy bien los intervalos y trataron de darle continuidad al oval, pero supieron mantenerse sólidos en los placajes y estar muy atentos al suelo para penalizar cualquier desajuste de los azzurri a la hora de hacer la bola disponible. Solo concedieron un ensayo en la primera mitad por aplastamiento de su delantera, pero fueron muy eficientes en el placaje, la presión y la recirculación defensiva. Pese a que en melé se sufrió muchísimo, en los saques de lateral se trabajó con relativa solvencia, por lo que pudimos disponer de posesión para respirar e intentar hacer cosas.

Cuando tuvimos el oval fue sin duda nuestro día más inspirado. Supimos ganar metros y garantizar, no sin esfuerzo, bolas para poder seguir jugando, aunque no fueran excesivamente rápidas. Quizá es este uno de los puntos donde más y mejor se está viendo lo que supone competir contra uno o dos niveles más: la rapidez con la que los rivales mandan a gente al suelo para gestionar rucks propios y ajenos y poder manejar el ritmo de juego propio y el del rival

Con un porcentaje de posesión algo más alto que en los anteriores partidos se pudo por fin intentar proponer cosas sin tener la imperiosa necesidad de quitarnos el oval de encima porque la presión nos asfixiaba. Dentro de un contexto de partido algo loco y con muchos errores no forzados por ambas partes, supimos encontrar la tecla, avanzar con delanteros y poder sacar posesión afuera. No necesitamos abusar tanto del juego al pie como única salida posible, por lo que la calidad de las patadas, pese a distar todavía de alcanzar una ratio volumen-efectividad óptimo, fue bastante más alta que en los tres anteriores partidos.

Con más confianza en la posesión propia y sabedores de que el trabajo defensivo le podía llegar a permitir recuperar un buen número de balones rivales, el equipo pudo sacudirse ese lógico complejo de inferioridad lo ha maniatado tanto frente a unos rivales descomunales y fuera de su alcance.

Fruto de esa confianza llegó el ensayo de Alberto Carmona, tras una jugada a la salida de un saque de lateral en la que pudimos desempolvar nuestro libro de estrategia tras tres partidos sin poder apenas hacerlo. Invasión del canal del 10 por parte del 12, Otamendi entrando en segunda cortina hacia el espacio generado por Yago, genial entrada al desplegado de Zaguero y Ala y una descarga de muy alto nivel desde el suelo para que Carmona desarbolara la defensa italiana. Un ensayo generando superioridad a partir de una situación de igualdad de libro. Una alegría tremenda no solo por el ensayo, sino por la manera de conseguirlo.

Luego vino el jarro de agua fría del ensayo italiano a la salida de una melé en 22 española, pero con un 12-5 esperanzador y la sensación de haber sabido sufrir y de poderles hacer daño a los italianos se dio por finalizada la primera mitad.

La segunda mitad se jugó prácticamente bajo los mismos parámetros de la primera. Italia tratando de cerrar el juego y acelerarlo con delanteros y España bien plantada en el campo y sabiendo sufrir. Fruto de la superioridad en el juego cerrado llegó el tercer ensayo de castigo por infracción en una melé a 5 metros y un 19-5 que podría haber supuesto el principio del fin pero que supuso un cambio en la dinámica del juego. Los españoles utilizaron la marca italiana como revulsivo y comenzaron a jugar unos muy buenos minutos de rugby.

Tras una buena  combinación de acciones alternando juego vertical y horizontal que dejó muy desajustada a la defensa italiana, el equipo movió el balón de lado a lado, López de Haro jugó para Ariceta, y este, sabedor de que era uno de los señalados como portador más peligroso, atacó el intervalo, atrajo a dos defensores y dejó un pasecito corto colgado al exterior para que Hugo González, estupendamente colocado como apoyo exterior, entrara cortando al intervalo para posar nuestro segundo ensayo. Otro ensayo que supuso una alegría tremenda por lo bien ejecutado que estuvo, porque se logró con un jugador menos sobre el campo, y porque respondía al mazazo del ensayo de castigo italiano y ponía el 19-10 con 30 minutos por delante y las mejores sensaciones del torneo.

Aún siguieron los Leoncitos con su buena dinámica y jugando en campo rival. La melé mejoró por momentos y el equipo se creció. Comandados por un Carmona imperial que apreció por todos los rincones posibles, jugaron su mejor rugby del torneo y se plantaron en 22 italiana a base de generar juego con mucho ritmo. Un golpe de castigo centrado y a 10 metros de ensayo transformado por Otamendi ponía el 19-15 a falta de 20 minutos y abría un hilo a la esperanza de poder tocar con los dedos el objetivo. Nada más lejos de la realidad, puesto que ese momento supuso el canto de cisne español. Los italianos, viéndose realmente amenazados, comenzaron a cerrar el juego todavía más amparados en su gran paquete de delanteros y los españoles, asfixiados y con el depósito en reserva, comenzaron a defender con muchas indisciplinas, que aprovecharon los transalpinos para traducir en 9 puntos que ponían tierra de por medio y que sofocaban la rebelión española.

Un partido en el que se sufrió, como siempre en este nivel, pero en el que se competió, se jugó y se hizo daño al rival con nuestras armas. El sueño del mundial se acaba ya, pero aún queda el último acto. Un último acto que nos medirá a la exuberante pero totalmente anárquica Fiyi, un rival que te puede hacer un roto tremendo, pero al que a base de orden, posesión e inteligencia se le puede hacer muchísimo daño. Un último acto que podría darnos el premio de disfrutar y aprender otro año más de jugar a este rival y de reivindicar a un rugby español muy necesitado de hitos deportivos.

 

Texto: Víctor García / Fotografía: Nic Bothma / World Rugby

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