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Análisis del Italia-España sub-20: un test de calidad más que necesario


La selección sub-20 afrontaba su test más exigente de los últimos tiempos, frente a una Italia que venía de hacer un muy buen torneo Seis Naciones de la categoría, batiendo ampliamente a Escocia y derrotando a la todopoderosa Francia, campeona del mundo en las tres últimas ediciones celebradas.

En tiempos de depresión, el entorno del rugby español mira siempre obsesivamente hacia todos los lados viendo naciones emergentes que le adelantan por la derecha con proyectos imposibles que rara vez luego se materializan al 100%. Pero en tiempos de bonanza (como es el caso de estos tiempos, en lo que al horizonte deportivo inmediato de la selección sub-20 se refiere, que nadie piense otra cosa y me tache de iluso o excesivamente optimista que no es la intención), el entorno del rugby español sale de su particular caverna y mira hacia adelante y hacia arriba a ver que se ve en el horizonte.

Alzando la vista un poco en ese horizonte del universo sb-20, nos aparece el segundo nivel del Seis Naciones de la categoría, con Gales, Italia y Escocia como teóricos hitos en el camino para poder medir en que grado seguimos siendo cabeza de ratón o empezamos a ser cola de león.

El partido del sábado se enmarcaba, para variar, dentro de un contexto que iba mucho más allá de un muy buen amistoso previo al evento más importante del rugby XV español desde el Mundial del 99 (lo que en realidad era). Formaba parte de ese examen eterno al que se ven sometidos todos los equipos que saltan al campo con el escudo del león al pecho, sea de la categoría que sea. Da igual que el partido en cuestión sea de preparación, sea del REC, o sea la mismísima final del mundial. En todos parece necesario, aun cuando no lo es en absoluto en la gran mayoría de ellos, medir nuestro nivel cualitativa y cuantitativamente y, o bien rasgarnos las vestiduras y recibir contantes baños de realidad por lo desgraciados que somos, los pocos medios con los que contamos y lo mal que lo gestionamos todo, o bien elevarnos al nirvana si la faena sale de aliño. Así tal cual, sin medias tintas.

Lo cierto es que durante 50 minutos aproximadamente, los chicos de la sub-20 trasmitieron unas sensaciones bárbaras. Hay que tener en cuenta que enfrente tenían un pack de delanteros que dominó casi todos sus partidos del pasado seis naciones, lo que da más valor al desempeño de los leoncitos. El descollante hermetismo de los estamentos rectores del rugby europeo y mundial provoca que a las buenas selecciones emergentes les falten partidos como estos para sufrir, trabajar y crecer

El equipo generó volumen de juego, mucho, lo cual es de un mérito muy grande teniendo enfrente un rival superior físicamente y con un nivel muy alto en el placaje y en el juego rápido en el suelo. Bien es cierto que se necesitaron emplear muchos jugadores en los puntos de encuentro para ganar balones medianamente claros, lo que restó acumulación de fases y nos privó de opciones de desequilibrio cerca los puntos de encuentro , pero hubo un plan de juego claro, hubo mucho orden, buenas estructuras en ataque para conservar el balón y jugar hacia donde se quería,  y se generó mucho peligro por fuera, gracias en gran parte al excelente desempeño de Infer y Richardis, superlativos en la toma de decisiones durante todo el tiempo que estuvieron en el campo. 

 


Los leoncitos sufrieron horrores en melé (esperable por otra parte), pero fueron muy solventes en los saques de lateral (con el debe de la casi omisión total del touch-maul). En el juego lanzado, como ya hemos comentado, se necesitó meter mucha gente para poder asegurar bolas y sacarlas en buenas condiciones, con un Infer sublime metiéndose hasta las entrañas de los agrupamientos para sacar el balón y darle ritmo al juego.

El déficit físico y la inferioridad en los contactos nos privó de un juego más fluido. Costó mucho ganar metros y cuando se hizo fue muchas veces a base de zafarse y zafarse, dificultando mucho la labor de los apoyos para limpiar la bola y tenerla disponible rápido. El juego estuvo muy condicionado por este aspecto. Al costar tanto avanzar metros y al costar más tiempo del debido sacar la bola, la defensa italiana estaba muy bien parapetada cerca de los ruck, con lo que necesitábamos amontonar a todos los nuestros y tan apenas los podíamos utilizar para atacar los pies de los ruck (muy protegidos) o para entrar en segundas cortinas en zonas más alejadas. Pero aun así, y contando con que se perdieron bastantes más balones de los deseados en los contactos, los chicos supieron sufrir, y a costa de renunciar a montar más estructuras de delanteros ya que las que se montaban requerían de mucha gente, pudieron dar balones a una ¾ que dejó ver una capacidad de generar amenaza y desborde considerable. 

Mención aparte merece Richardis. Su toma de decisiones con mucha presión y muchos defensores yendo hacia él fue excepcional. Supo leer donde se tenía que colocar, cuanto tiempo tenía que estar el balón en sus manos y a quien había que dárselo. Todo eso, sumado a la calidad que tenemos por fuera, con gente con una capacidad asociativa y de desborde en el 1vs1 altísima, hizo que los italianos tuvieran que estar corriendo durante 50 minutos como posesos detrás del balón. Solo nuestra precipitación en la acumulación de fases cerca para conservar la bola en zona de riesgo rival nos privó de al menos dos o tres ensayos que hubieran hecho justicia a nuestro buen desempeño en ataque pese a nuestras limitaciones.

Defensivamente el equipo se mantuvo muy ordenado durante gran parte del partido. Su desempeño en los puntos de encuentro quizá fue mejor sin balón que con posesión propia, y la recolocación y la presión fueron muy buenas. Tan apenas perdimos el sitio ni concedimos puntos por grietas flagrantes en la estructura defensiva. Solo sucumbimos por avasallamiento de un pack italiano muy contundente, muy bien trabajado y con un dominio de todas las facetas del juego cerrado que habla muy bien del trabajo del staff transalpino.

En definitiva, nuestra sub-20 compitió de tú a tú, con sus lógicas limitaciones, pero siendo siempre consciente de ellas y de sus fortalezas. El cansancio y la entrada de la segunda unidad generaron una lógica confusión e hicieron que el partido se volviera algo más loco y desordenado, pero el desempeño de nuestros leoncitos se puede considerar como bastante satisfactorio.  Nos quedará, esperamos y deseamos que, durante el menor tiempo posible, la duda de a donde podríamos llegar si compitiéramos más habitualmente contra este tipo de equipos. Por ahora, solo nos queda disfrutar de estas oportunidades y ya pensar en el premio de disfrutar del mundial, con el objetivo de pelear por seguir jugándolo el año que viene y darle al rugby español uno de los mejores regalos de cara al futuro.

 

Texto: Víctor García / Fotografía: FERugby

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