Análisis / La victoria de Beaumont condena a España, gane quien gane
Tras el anuncio emitido hoy por World Rugby en el que se ha conocido que Bill Beaumont será, de nuevo, el presidente del máximo organismo mundial del rugby, toca pensar en cómo va a afectar esto a las relaciones con nuestra Federación y al desarrollo de un XV del León que tiene todas las papeletas de quedarse estancado una temporada más.
Y tan negro es el panorama como que, tras despejar la duda de quién se va a sentar por otros cuatro años a nivel mundial, sea quien sea el que dirija (por decir un verbo) o gestione (por poner otro) la Federación Española tras las elecciones no va a tener fácil esa relación.
El viejo orden
Por partes. Sabemos que la actual presidencia de la Federación Española tiene un punto ciego en sus relaciones con World Rugby. Si uno mira a dos, tres años atrás, podemos observar que el peso institucional de España no solo se ha estancado, sino que ha sufrido serios reveses, tanto en Europa como en el mundo. Parecería que, analizando el caso Bruselas o las inegibilidades, esos tomos de capítulos nacionales que nunca acaban, la Federación nada en las aguas turbias de Rugby Europe más que en las no menos revueltas de World Rugby.
Se puede afirmar que el poco peso que España tiene en las instituciones ovales ni siquiera es directo: se trata más bien de un mensaje filtrado y entregado a través del chiringuito que dirige Morariu, que bastante tiene también con lo suyo. Pero parece que es la única vocecilla que tiene. Solo así puede entenderse esa abierta connivencia entre ambos estamentos, nacional y continental, en la que la Federación solo asiente en una relación de dependencia, más de conchaveo obligado que de interpares.
Si de primeras podría verse lógica la ecuación Feijoo-Morariu-Beaumont, la realidad apunta a que la relación de la FER con World Rugby es, si no nula, prácticamente inexistente o de meros súbditos, que ya sería algo. Es muy probable que en esa ecuación, el segundo paso haya acabado con la proyección que la FER tiene a nivel mundial, absorbida por los intereses de una Rugby Europe a la que, cada vez con más fuerza, también se le piden reformas. ¿Es entonces una mala noticia que, siendo Beaumont presidente, lo siga siendo Feijoo? La respuesta es evidente: valora los últimos cuatro años y dime dónde está España. No hace falta una bola de cristal para apostar a que el inmovilismo o, en el mejor de los casos, la ralentización va a ser la nota predominante en este no tan nuevo escenario.
Del unicornio opositor al campo de minas
¿Qué pasaría si ganase Hansen en las elecciones a la FER? Quien haya estado atento (bueno, quien haya estado, con eso vale) a las redes sociales, habrá visto que varios miembros de la candidatura de Hansen han promovido abiertamente sus simpatías por Pichot. Se entiende, por varios motivos: primero, por la presencia argentina en Valor de Rugby, que eso entiendo que une; segundo, porque se tiende a equiparar la propuesta de la candidatura opositora a la de Pichot. Y así es, porque tienen más en común que la que puedan tener con Beaumont. Pero, ¿y ahora?
En la entrevista a Hansen que publiqué la semana pasada, le hice una pregunta muy clara sobre si Valor de Rugby tenía un plan B por si no ganaba Pichot: "Nosotros no aportamos valor si apoyamos a una u otra candidatura. Sencillamente, creemos que no tendremos un escenario peor que el actual". Ahora que saben que su mejor escenario va a ser el mismo que en los últimos años, y con la intención de -como apuntaron- sentarse de inmediato con World Rugby ganase quien ganase, el esfuerzo va a ser titánico. Ojalá me equivoque, pero aquí no estamos hablando de llevarnos mejor o peor, o de que se haya visto el plumero en la preferencia del candidato opositor, sino de las ideas casi antagónicas que tendrán ambas instituciones si gana Hansen.
Sin embargo, Pichot seguirá mandando en su autonomía americana, ese espacio de experimentación que muchos ven como un oasis de modernidad que, de momento, tardará cuatro años mínimo en inundar el panorama. Lo mismo que Feijoo tendría una parcelita en el terreno yermo de Rugby Europe, Hansen podría asentarse en un rancho en Sudamérica, donde muy posiblemente "Gus" (quien dice "Gus" dice Hourcade o Piñeyruá), premiarían la confianza depositada con la integración en un sistema de competición del oasis. La Súperliga Americana de Rugby es el único avance, más o menos rápido y factible, que parece podría tener una FER liderada por Hansen en un mundo liderado por Beaumont.
Leonera
Y, como siempre, quienes pagan el pato son los que demuestran que el nivel deportivo, tanto en nuestras selecciones de seven, como en las de XV, masculinas y femeninas, están bastante por encima de la calidad institucional. España XV masculino (también las chicas) se habría ganado por derecho propio empezar esta nueva andadura un escalón por encima de donde estaba, pero la realidad es tozuda y todavía queda camino para alcanzar un nivel físico y competitivo que permita afrontar una competición regular.
Parece bastante probable que la famosa Liga de Naciones no vea la luz en el formato que propuso Pichot, y dudo mucho que lo haga en el que propone Beaumont tras rescatarlo Laporte. Imaginemos por un momento que sale adelante algo ligeramente parecido a las propuestas que se han puesto sobre la mesa: ¿estaría ahora mismo España en condiciones de pelear con garantías frente a selecciones que disputan partidos al año contra tier 1? Posiblemente sea más una cuestión de ganas que tenemos más que de posibilidades, pero participar en ese espacio dejaría abierta la puerta a mejorar.
El XV del León tiene sus problemas endémicos, muchos transmitidos desde la Federación, como es el tema de las inelegibilidades, pero tienen cierta capacidad innata no solo para sobrevivir, sino para aprovechar en lo deportivo lo poco que llega. La posibilidad de una franquicia lleva su tiempo, y mientras que el VRAC renuncia a jugar competición europea y España (vuelve) a perder una buena oportunidad, aunque fuera de seis partidos, las opciones se reducen a resignarse y competir año sí y año también en el Campeonato de Europa y, con suerte, en uno o dos test match. Georgia no lo tiene mucho mejor, pero ellos se mueven más.
Foto: P. Brewer / Dominio público
Y tan negro es el panorama como que, tras despejar la duda de quién se va a sentar por otros cuatro años a nivel mundial, sea quien sea el que dirija (por decir un verbo) o gestione (por poner otro) la Federación Española tras las elecciones no va a tener fácil esa relación.
El viejo orden
Por partes. Sabemos que la actual presidencia de la Federación Española tiene un punto ciego en sus relaciones con World Rugby. Si uno mira a dos, tres años atrás, podemos observar que el peso institucional de España no solo se ha estancado, sino que ha sufrido serios reveses, tanto en Europa como en el mundo. Parecería que, analizando el caso Bruselas o las inegibilidades, esos tomos de capítulos nacionales que nunca acaban, la Federación nada en las aguas turbias de Rugby Europe más que en las no menos revueltas de World Rugby.
Se puede afirmar que el poco peso que España tiene en las instituciones ovales ni siquiera es directo: se trata más bien de un mensaje filtrado y entregado a través del chiringuito que dirige Morariu, que bastante tiene también con lo suyo. Pero parece que es la única vocecilla que tiene. Solo así puede entenderse esa abierta connivencia entre ambos estamentos, nacional y continental, en la que la Federación solo asiente en una relación de dependencia, más de conchaveo obligado que de interpares.
Si de primeras podría verse lógica la ecuación Feijoo-Morariu-Beaumont, la realidad apunta a que la relación de la FER con World Rugby es, si no nula, prácticamente inexistente o de meros súbditos, que ya sería algo. Es muy probable que en esa ecuación, el segundo paso haya acabado con la proyección que la FER tiene a nivel mundial, absorbida por los intereses de una Rugby Europe a la que, cada vez con más fuerza, también se le piden reformas. ¿Es entonces una mala noticia que, siendo Beaumont presidente, lo siga siendo Feijoo? La respuesta es evidente: valora los últimos cuatro años y dime dónde está España. No hace falta una bola de cristal para apostar a que el inmovilismo o, en el mejor de los casos, la ralentización va a ser la nota predominante en este no tan nuevo escenario.
Del unicornio opositor al campo de minas
¿Qué pasaría si ganase Hansen en las elecciones a la FER? Quien haya estado atento (bueno, quien haya estado, con eso vale) a las redes sociales, habrá visto que varios miembros de la candidatura de Hansen han promovido abiertamente sus simpatías por Pichot. Se entiende, por varios motivos: primero, por la presencia argentina en Valor de Rugby, que eso entiendo que une; segundo, porque se tiende a equiparar la propuesta de la candidatura opositora a la de Pichot. Y así es, porque tienen más en común que la que puedan tener con Beaumont. Pero, ¿y ahora?
En la entrevista a Hansen que publiqué la semana pasada, le hice una pregunta muy clara sobre si Valor de Rugby tenía un plan B por si no ganaba Pichot: "Nosotros no aportamos valor si apoyamos a una u otra candidatura. Sencillamente, creemos que no tendremos un escenario peor que el actual". Ahora que saben que su mejor escenario va a ser el mismo que en los últimos años, y con la intención de -como apuntaron- sentarse de inmediato con World Rugby ganase quien ganase, el esfuerzo va a ser titánico. Ojalá me equivoque, pero aquí no estamos hablando de llevarnos mejor o peor, o de que se haya visto el plumero en la preferencia del candidato opositor, sino de las ideas casi antagónicas que tendrán ambas instituciones si gana Hansen.
Sin embargo, Pichot seguirá mandando en su autonomía americana, ese espacio de experimentación que muchos ven como un oasis de modernidad que, de momento, tardará cuatro años mínimo en inundar el panorama. Lo mismo que Feijoo tendría una parcelita en el terreno yermo de Rugby Europe, Hansen podría asentarse en un rancho en Sudamérica, donde muy posiblemente "Gus" (quien dice "Gus" dice Hourcade o Piñeyruá), premiarían la confianza depositada con la integración en un sistema de competición del oasis. La Súperliga Americana de Rugby es el único avance, más o menos rápido y factible, que parece podría tener una FER liderada por Hansen en un mundo liderado por Beaumont.
Leonera
Y, como siempre, quienes pagan el pato son los que demuestran que el nivel deportivo, tanto en nuestras selecciones de seven, como en las de XV, masculinas y femeninas, están bastante por encima de la calidad institucional. España XV masculino (también las chicas) se habría ganado por derecho propio empezar esta nueva andadura un escalón por encima de donde estaba, pero la realidad es tozuda y todavía queda camino para alcanzar un nivel físico y competitivo que permita afrontar una competición regular.
Parece bastante probable que la famosa Liga de Naciones no vea la luz en el formato que propuso Pichot, y dudo mucho que lo haga en el que propone Beaumont tras rescatarlo Laporte. Imaginemos por un momento que sale adelante algo ligeramente parecido a las propuestas que se han puesto sobre la mesa: ¿estaría ahora mismo España en condiciones de pelear con garantías frente a selecciones que disputan partidos al año contra tier 1? Posiblemente sea más una cuestión de ganas que tenemos más que de posibilidades, pero participar en ese espacio dejaría abierta la puerta a mejorar.
El XV del León tiene sus problemas endémicos, muchos transmitidos desde la Federación, como es el tema de las inelegibilidades, pero tienen cierta capacidad innata no solo para sobrevivir, sino para aprovechar en lo deportivo lo poco que llega. La posibilidad de una franquicia lleva su tiempo, y mientras que el VRAC renuncia a jugar competición europea y España (vuelve) a perder una buena oportunidad, aunque fuera de seis partidos, las opciones se reducen a resignarse y competir año sí y año también en el Campeonato de Europa y, con suerte, en uno o dos test match. Georgia no lo tiene mucho mejor, pero ellos se mueven más.
Foto: P. Brewer / Dominio público
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