Oxímoron: el XV del León recupera sensaciones en su quinta derrota consecutiva
España cayó 13-43 frente a Fiyi en el Central en una de esas tardes para enmarcar en la historia. Hasta ahí puede hacerse una lectura más o menos objetiva del encuentro de hoy en Madrid, pero dentro de lo subjetivo me atrevo a decir que el XV del León ha recuperado sensaciones que venían escaseando. Podría parecer raro, sobre todo porque esta tarde la selección ha cosechado su quinta derrota consecutiva, pero algo ha cambiado.
No puedo empezar mejor el partido para los de Santi Santos, que protagonizaron casi un monólogo territorial en los primeros minutos, cuando Manu Mora, al tercer minuto, ya había posado el primer ensayo. No fue extraña su firma, porque el cántabro destacó por su ganas y acometidas que no se vieron mermadas tras esa primera (e inesperada marca). La transformación de Güemes ponía un sorprendente 7-0 cuando no se habían jugado ni 300 segundos. Sería el apertura de origen argentino el que convertiría el golpe de castigo (había mandado al poste alto un primer intento) con el que el dominio español se patentaba en un 10-0.
Esa superioridad se vio mermada por una acción de Kunavula, corte técnico, casi de reacción, en el 13. Ese fue quizá el empujón necesario para que los melanesios comenzasen a desplegar su dinámico juego de seven, de apoyos continuos, de portar a una mano e imponer su velocidad y fuerza. Por momentos España parecía solventar la situación, pero no se pudo impedir un segundo ensayo fiyiano, obra de Tiucuvu, que esta vez sí que transformó Volavola.
Lejos de achantarse, España seguía confiando en su juego, intentando aprovechar las indisciplinas de los oceánicos, decantándose por llevar el partido a un terreno que les fuera más propicio. Fruto de esa presión nació una nueva ocasión para Güemes, que, pie potente en golpe centrado, puso por delante a un XV del León que llegaba al descanso por delante en el marcador.
Las sensaciones eran más que positivas, pero no tardó en imponerse la experiencia y la lógica en una segunda parte que comenzaba a destapar ciertos problemas de mantenimiento de ritmo. Fiyi fue un huracán. Las ocasiones de su juego dinámico dejaron de serlo para convertirse en habituales, con las marcas de Nayacalevu (tras un desastroso error en la gestión de la posesión y despeje de la pelota) y Pravi en un espacio de seis minutos como claro ejemplo de ello, lo que sumado a las conversiones pasadas por Volavola ponía el doble de tantos favorable a los de hoy de negro.
Y es que para esa mitad de la segunda parte, a España solo se le pedía que aguantase el envite de un físico superior y, sobre todo, el de una velocidad a la que quizá no se esté tan acostumbrado. La presencia de algunos oros olímpicos no era porque sí, y por muchas circunstancias en la convocatoria que hubiera, Fiyi siempre es Fiyi.
Quedaron, no obstante, buenas sensaciones al final, sobre todo en las pruebas de delantera que quería hacer Santos, con un Ovejero que apunta a la titularidad contra Rusia (aunque vete a saber) y un Tuco Blanco que, como es costumbre, se dejó todo. También se lo dejó (y literalemente) Víctor Sánchez y Manu Mora, una segunda línea que podría dar garantías, casi tantas como la de un Kerman Aurrekoetxea que se está ganando la titularidad a base de buen partido sí, y buen partido, también. Bell, a lo suyo, también parece haber cogido de nuevo ritmo.
Este domingo llega lo importante. Rusia espera en el Central con la clasificación mundialista en un horizonte tan lejano como que, tras la victoria de los Osos hoy en Ámsterdam, ni la victoria más amplia con bonus sacará a España de la penúltima posición, pero que, de ganar, podría agarrarse a ese clavo ardiendo que sería encadenar dos victorias seguidas para llegar a 2022 con una bombona de oxígeno que está tan medio vacía para algunos como medio llena para otros.
Texto Álvaro de Benito Fotografía Walter Degirolmo
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