Análisis / Hacia el año I de la era Bouza
Una victoria frente a nuestro enemigo íntimo por excelencia, mucho más sólida y holgada de lo que indicó el marcador final, pero, en la que todo hay que decirlo, no tuvimos un comportamiento excesivamente lineal durante los 80 minutos, cerró el primer REC de la era Bouza, en el que nos hemos traído en el zurrón un tercer puesto que nos deja bastante mejor sabor de boca del que queremos aparentar de cara al público, y que ,poco a poco, con mimo y con buen hacer, ayuda a cerrar heridas a las que no hacíamos más que echarles sal y limón nosotros mismos.
Luego vendrá la gira por el pacífico, con experiencias inolvidables a todos los niveles, y una atractiva ventana de noviembre, pero eso es otra guerra. Donde nos jugamos las habichuelas es en el REC. De allí partiremos a Australia 2027, si todo va bien y seguimos trabajando como hasta ahora. Es por eso que conviene, una vez echada la persiana del torneo (con la ya tradicional victoria Georgiana, todo un clásico), sentarnos y analizar un poco nuestro desempeño en estos dos últimos meses.
Rugby de movimiento
Pese a que la propuesta de juego
de Bouza y la de Santos, en teoría (y en la práctica) se parecen como un huevo
a una castaña, ambas comparten un punto en común, que no es otro que ese
concepto sobre el que gusta tanto disertar en las formaciones de entrenadores: «el rugby de movimiento».
Bouza, al igual que Santos en su
día, pero con distintos ejecutores, distinto reparto de posesión y distinto
manejo del tempo de juego, apuesta por ese juego de avance constante, de ataque
al intervalo entre defensores, de fase rápidas con balón disponible enseguida,
de amenaza constante cerca y lejos...
Bien es cierto que los matices que
diferencian ambas propuestas son infinitos, pero la idea de generar mucho
volumen de juego y lo más dinámico y con la mayor continuidad posible se
mantiene.
Por poner un ejemplo sencillo, mientras
la España 2020-2023 era una apisonadora que generaba un torrente continuo de
lanzamientos de juego cerca del eje que era muy difícil de contener, la España
de Bouza sufre más para poder acelerar el juego, ya que dispone de menos ball
carriers que puedan desatascar defensas muy pobladas. Antes nos costaba mucho menos acelerar el
juego con los delanteros, pero ahora, cuando lo podemos hacer, metemos mucho
más trabajo de pizarra y muchas más variantes para romper defensas
desordenadas. Al carecer de tantos
martillos pilones que ganen metros tan fácilmente, el juego de Bouza introduce
más elementos de desequilibrio, con tres cuartos apareciendo por sorpresa en
esas pequeñas brechas que aparecen al pie de los puntos de encuentro,
destacando por encima de todo un Martiniano Cian imperial en la lectura de los
espacios y su ataque a los mismos.
Por poner otro ejemplo sencillo y también fácil de ver: Antes usábamos la tres cuartos mucho menos y sólo para rematar la faena en determinadas zonas del campo. El juego les llegaba ya lanzadísimo y bastaban combinaciones sencillas para alcanzar el línea de ensayo. Perrin y Alvar, que eran la pareja tipo de centros, tocaban muchos menos balones que la pareja Alvar-Mateu, por no hablar del volumen de juego que se generaba para los alas, mucho más posicionales en la anterior etapa que en esta, en la que son un factor muy importante de desequilibrio actuando fuera de posición.
El debe de las fases estáticas
Es algo que todos estamos viendo,
y que se acentúa viniendo de una etapa en la que éramos un coco de la
competición y en la que el rédito en forma de puntos era muy notable.
En melé estamos sufriendo mucho.
No hay que olvidar que estamos jugando con dos jugadores jovencísimos en la
segunda línea, y lo más importante, reconvertidos a esa posición recientemente.
Es un dato a tener en cuenta. Lo que ganamos en ciertos aspectos de juego como
el dinamismo en ataque y la buena recirculación en defensa lo estamos perdiendo
en el empuje en melé. Ya van unos años que la vieja melé del cabezazo y la
guerra de agarres de la primera línea ha cambiado, cobrando un papel mucho más
importante la transmisión de empuje desde la segunda línea. Nos estamos yendo
al suelo en muchas melés, generando muchos golpes de castigo en contra y
limitando nuestro arranque del juego, pero tenemos tiempo para trabajarlo y
seguro que lo cambiamos. Independientemente de quienes vengan.
En los saques de lateral estamos mejor. Muy seguros en los lanzamientos, con muchas opciones de saltadores y levantadores y muy buen tiempo de reacción, es en el touche-maul donde cojeamos más. No tanto en defensa, donde estamos parando bien los primeros empujes y consiguiendo que estos no sean rectos, como en ataque, una de nuestras señas de identidad y que ahora nos cuesta mucho convertir en puntos o en relances del juego en condiciones favorables. Pese a todo, la línea de trabajo está siendo buena y ya empezamos a generar mejores plataformas, teniendo en cuenta también, y como dato importante, que, a nivel estratégico, la defensa del touche-maul a nivel global ha mejorado un mundo.
Una nueva estructura defensiva
Nos encontramos aquí ante quizá el
rasgo más diferencial de la era Bouza, errores de concentración, colocación y
placaje aparte, que los ha habido, hay y habrá. Estábamos acostumbrados a una
defensa con mucha capacidad para ralentizar bolas y con una presión y un nivel
de agresividad muy altos, principalmente en las cercanías del ruck.
Ahora defendemos radicalmente distinto. Seguimos trabajando con una presión
alta, pero no trabajamos tanto en el suelo y preferimos recolocarnos rápido y
redistribuir a nuestros defensores por todo el campo para poder tratar de negar
opciones de juego por fuera. El resultado es esperanzador, convirtiéndonos en
un equipo muy versátil defensivamente, capaz de mostrarse seguro cerca de los
puntos de encuentro, pero capaz también de frenar a los equipos con buen manejo
de balón por fuera, como es el caso de Portugal, contra la que durante 40
minutos realizamos un trabajo defensivo ejemplar.
En el debe, decir que todavía
estamos aprendiendo y asimilando este nuevo sistema defensivo, y que sufrimos
mucho ante ataques desordenados, dándose la paradoja de que sabemos parar mejor
a una Georgia o a una Portugal con planes de juego más estructurados, pero
sufrimos ante el caos que nos impone Países Bajos o Rumanía en determinadas
fases del partido.
Cabe destacar también el buen trabajo con la tercera cortina defensiva y la buena gestión de los balones aéreos, que hemos convertido en un arma de contrataque bastante interesante. En definitiva, un sistema que ha echado a andar y que empieza a funcionar, con fallos de concentración y de conceptos que son lógicos y comprensibles a estas alturas.
Creciendo en el juego de
estrategia
Es este uno de los puntos que más
han sorprendido de este nuevo XV del León. Le hemos sacado mucho rédito. Basta
ver los ensayos a la salida melé utilizando el canal del 10 o el ensayo de
saque de lateral contra Alemania.
Se está trabajando muy bien la
utilización de los lados cerrados y las conexiones en corto con el 9 y el 10
tanto a la salida de fases estáticas como de puntos de encuentro, con un gran
trabajo colectivo de la tres cuartos con y sin balón.
A buen seguro que todo este volumen de juego de estrategia irá creciendo conforme avancen concentraciones y partidos, pero podemos asegurar que el punto de partido es muy interesante y esperanzador.
La gestión de los cambios
Es este uno de los puntos que más
nos preocupa. Lo estamos viendo todos y nos hacemos cruces, viendo cómo se nos
escapa el control de los partidos en tramos de las segundas partes.
Hasta ahora, Bouza es poco amigo
de hacer cambios pronto, eso es innegable. Toda la flexibilidad que demuestra
para alinear a unos u otros jugadores en función de sus características y de
las del rival, parece perderla a la hora de darle aire al equipo en las
segundas partes.
El REC es un campeonato en el que
el banquillo no te gana partidos, los partidos los sueles ganar si tu XV de
salida aguanta fresco más que el del rival (Georgia aparte, claro). Pero una mala gestión del
banquillo puede hacer que tu equipo se asfixie antes de tiempo y se meta en
problemas, como vimos en los últimos minutos contra Países Bajos o en los
fatídicos 20 minutos contra Portugal.
Es muy difícil en nuestro nivel que haya jugadores de impacto reales saliendo 20 minutos, pero sí que, siempre en teoría y muchas veces en la práctica, es muy útil mover el banquillo entre el descanso y el minuto 50, sacando a los jugadores que van más atufados y metiendo gente con frescura para mantener el balón, recolocarse rápido y placar con contundencia.
No dudamos que en parte Bouza está queriendo probar y exprimir las prestaciones de la gente y que en cuanto sume todas las piezas y las ajuste moverá mejor el banquillo, pero a día de hoy esa gestión del mismo nos ha hecho perder prestaciones.
Escrutinio del rival
Un aspecto en el que nos estamos moviendo bien. Partiendo de un plan de juego propio que se va afianzando, se ha visto que el staff analiza muy bien al rival y modela ciertos aspectos tanto de la defensa como del ataque para optimizar el rendimiento en los partidos. Destacar, por ejemplo, como se modificaron distintos parámetros del partido de Georgia para aplicarlos contra Portugal, con muy buenos resultados en ambos.
Un prometedor futuro por
delante
Cae destacar por encima de todo, análisis técnico tácticos parte, la reconfortante sensación de crecimiento del grupo con el paso de los partidos y de los entrenamientos. No hay que olvidar que jamás habíamos tenido una selección tan joven y con tanto margen de mejora partiendo de un punto de salida ya de por sí esperanzador. Estamos trabajando en un buen presente y en un esperanzador futuro.
Texto: Víctor García / Fotografía: Domingo Torres
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