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Así / Albert Malo: Así capitaneé a España en un Mundial



Por Albert Malo

Ser capitán es un orgullo y una responsabilidad para cualquier jugador. Por mi larga trayectoria, ya había tenido la suerte de capitanear a España en XV y VII en anteriores ocasiones, al igual que a la Santboiana, a la Catalana, al Freyberg y a los Iberia Classics. Pero capitanear a España en el Mundial fue un hecho muy especial que me llenó de una ilusión indescriptible. Deportivamente, ha sido seguramente la mayor alegría que he podido tener y que compartí con todos los que tuvimos la suerte de estar convocados.

Me considero un gran afortunado por jugar a rugby -ganando cinco Ligas, Copas del Rey e Ibéricas con la Santboiana, convocado por World XV y FIRA XV, quedar décimos en el primer Mundial de Seven, jugar invitado en el Freyberg, jugar para Manawatu, haber jugado en los Classic All Blacks o ser el máximo anotador histórico de ensayos en DH-, pero ir al Mundial de Rugby XV por primera vez y ser capitán, supera todo en cuanto a emotividad y fue muy especial.

Tengo claro, que sin los compañeros que he jugado, entrenadores y mi club, U.E. Santboiana, que el próximo año celebrará el centenario del rugby en España, nada hubiese sido igual en mi trayectoria.

La fase de clasificación fue muy intensa, especialmente los últimos partidos y más concretamente el que jugamos contra Portugal en Murrayfield: si les ganábamos, estábamos clasificados. Fue un partido tremendamente duro de jugar y más sin José Díaz, expulsado en la primera parte, en el que tenías que estar concentrado y no cometer errores, pero a la vez luchar, pues cada minuto era importante. Cuando finalizó, fue un momento de máxima unión, y más en esas condiciones tan adversas. Acabamos extenuados por el esfuerzo físico y mental, y se desató la alegría y yo recordaba a todos aquellos compañeros que no habían podido estar y a todas aquellas personas del rugby, amigos y familia que siempre me apoyaron.

Llegó el Mundial, y para mí lo hizo con mucha emoción, pero, sobre todo, con mucha responsabilidad. Iba a ser una experiencia nueva y teníamos que dar la talla. Como capitán, siempre he intentado transmitir a mis compañeros el espíritu de lucha, compromiso y motivación. Una de las cosas más importante es que, si dices algo a tus compañeros, tú tienes que hacerlo también. Si dices hay que placar más o mejor, tienes que placar como el primero, no perder la pelota, no ir para atrás en la melé: toda acción que implique actitud, uno tiene que hacerla primero.

En lo táctico, debes tener en cuenta las instrucciones de los entrenadores, de los medios y de cualquier jugador que quiera aportar ideas con el fin de transmitir una única idea. Va todo muy deprisa y tienes que sintetizar. Lo mejor es no tener que decir prácticamente nada, como mucho animar, señal de que la cosa va bien. Y esto último siempre hay que hacerlo, vaya como vaya el encuentro, sin dejar de ser realista con la situación del partido.

Estábamos ya donde queríamos y ahora tocaba hacerlo lo mejor posible, dando cada uno el máximo. Era una responsabilidad, sí, pero también una oportunidad única, y nada debía mermarnos la confianza, ya que nunca se puede jugar sin ella. Al final, se juega contra quince y aunque sean superiores, hay que plantarles cara y jugar con coraje, energía y dinamismo, evitando al máximo los errores.

Éramos conscientes también de las limitaciones y de nuestro objetivo: no acabar humillados y salir con la cabeza bien alta. La primera prueba fue Uruguay, el partido más asequible y el que nos hubiera gustado ganar. Y, a pesar de que conseguimos un resultado bastante ajustado, no fue posible. Después llegarían Sudáfrica, que era la actual campeona del Mundo, y luego, Escocia, que era la entonces campeona del Cinco Naciones.

Plantamos cara y estoy satisfecho de haber disputado cada balón y de haberlo hecho bien, dentro de nuestras posibilidades. Creo que podemos estar contentos. Al final de los partidos, eso mismo le decía al equipo, que podíamos estar orgullosos de nuestra actuación y que teníamos que disfrutar el momento. Y no fui solo yo, nos lo reconoció mucha gente y los propios rivales y medios de comunicación que entendieron que, ante la superioridad especialmente de Sudáfrica y Escocia, España, plantó cara.

Los terceros tiempos también cuentan.  Nunca me olvidaré de que, siempre, en los del Mundial, como es habitual, cantábamos bastante, pero por entonces entonábamos una versión en español de “El muro”, de Pink Floyd. Ese momento no tenía desperdicio. Mis preferidas eran las rancheras, yo siempre cantaba “Cucurrucucú paloma”; eso sí, a los más novatos les tocaba recitar el estribillo bastantes veces, lo que generaba momentos de auténtica diversión.

Siempre me he llevado bien con todos los compañeros, aunque con unos puedas tener más afinidad que con otros. Cuando he sido jugador, perfecto; cuando he sido capitán, igualmente, perfecto, y siempre con actitud de intentar hacerlo bien y en cada momento desarrollar el rol que se me pedía. De hecho, he mantenido o mantenemos el contacto con todos los que han sido mis capitanes en la selección, y, francamente, a todos ellos los admiro porque han sido grandes jugadores y buenas personas.

Todos, yo el primero, nos podemos equivocar, pero creo que el mérito está en sobreponernos y aprender de ello. Capitanear en un Mundial fue una gran prueba, pero sobre todo una gran experiencia.  Me sabe mal por los que se quedaron a las puertas o por los que no pudieron ir porque estaban retirados: era el primer Mundial que se ampliaban los equipos de 16 a 20 y ya habíamos sido primer o segundo reserva en varias ocasiones. Por eso también espero que, más pronto que tarde, se vuelva al Mundial y que no hayamos sido los únicos; sería una alegría para todos que pudieran vivir esta experiencia.
 
 

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