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No es el estadio, es la economía


Desde hace meses, los dirigentes de la Real Federación Española de Rugby vienen siendo bastante abiertos en cuanto a su objetivo de ver a medio plazo construido un Estadio Nacional de Rugby en nuestro país. Y la información de Felipe Rodríguez en Hablemos de Rugby esta misma semana acerca de que hay conversaciones con un municipio madrileño no ha hecho sino alimentar la discusión pública acerca de la idoneidad de una idea así.

No falta quien opina que es una idea arriesgada, que el rugby español no está lo suficientemente maduro como para llenar regularmente una instalación así, que hay suficientes recintos por toda la geografía nacional para cubrir las necesidades actuales del XV del León, o que la inversión necesaria estaría mejor gastada en otras áreas competencia de la RFER. Y pese a que todos estos comentarios tienen parte de razón, muestran que quizá no se está entendiendo la jugada que intenta la Junta Directiva de la RFER buscando una casa para el rugby español.

No se trata de buscar dónde jugar. Por mucho que desde el minuto cero la intención de Hansen y compañía haya sido dejar atrás El Central, siempre se podrían encontrar estadios donde el XV del León juegue de forma itinerante. La cuestión principal es por cuánto. El Central actualmente garantiza disponibilidad y una taquilla completa para las arcas de la federación. Cualquier otra alternativa necesita apoyo institucional del ayuntamiento o diputación de turno para cubrir costes logísticos y beneplácito, cuando no canon a pagar, del club de fútbol que ocupa el estadio en cuestión. Es decir, lo ocurrido en Zorrilla recientemente. La RFER podría mañana mismo encontrar un estadio de 20.000 localidades donde jugar su próximo test match. ¿Pero a qué coste si hay que cubrir gastos logísticos y pagar regularmente canon?

Aquí lo que ha ocurrido es que en Ferraz se ha analizado de forma seria la situación del rugby español. Se necesitan desesperadamente ingresos para mantener la estructura. El patrocinio tradicional del deporte en España murió con la crisis de 2008. Excepción hecha de la familia Roig en la Comunidad Valenciana, un mecenazgo así es inviable hoy por hoy. No hay más que ver cómo otras selecciones españolas se ven abocadas a llenar de pequeños logos sus camisetas ante la ausencia de un patrocinador único e importante. El mercado televisivo tampoco va a dar réditos al rugby español, habiéndose ya intentado la vía Movistar para acabar volviendo al Auxilio Social que representa Teledeporte. Y los grandes eventos dependen de los vaivenes de World Rugby y las instituciones públicas. Ya se ha llamado a todas esas puertas, prácticamente en vano. Y así es como se ha llegado a la conclusión de que la única fuente de ingresos generosa y estable a la que puede aspirar la federación es la gestión de un estadio propio.

Obviamente exigiría una inversión inicial importante, pero también reduciría enormemente los costes de organización y logística de cada evento para la RFER, en especial si todo va aparejado a una residencia donde realizar las concentraciones de todas y cada una de las selecciones nacionales, un modelo ya explotado por federaciones comparables como Uruguay, Georgia o Países Bajos y que tanto España como Portugal vienen valorando en los últimos meses. Mataríamos dos pájaros de un tiro: el rugby español tendría una casa permanente donde disfrutar gimnasio e instalaciones propias, generando un ecosistema donde todos se crean partícipes de un proyecto común, y también de un recinto que pueda ser explotado financieramente no ya sólo con la organización de partidos internacionales y nacionales, sino también con su alquiler a eventos donde la federación no esté directamente involucrada: desde recepción de equipos extranjeros en pretemporada o stages, a cesión a otros deportes (y pasar a ser quienes cobren canon) o celebración de conciertos y festivales fuera de temporada.

Explicado ya cuál parece ser el punto de vista de la RFER, falta la pregunta del millón. ¿Dónde? Probablemente donde nos dejen. Pero intentemos dar una respuesta más concreta. Parece improbable que pueda ser en una gran capital por dos motivos. El primero, el valor del suelo en plena ciudad. Es más, en ciudades como Barcelona se ven amenazados campos de rugby ya existentes ante la necesidad de construir otras dotaciones de interés público. Y el segundo, que una instalación como la que pretende la RFER entraría en competición directa con los estadios de fútbol ya existentes: lucharían por atraer los mismos eventos que actualmente los clubes de fútbol profesionales organizan cuando no juegan en ellos para engordar sus arcas. Ningún político local va a enfrentarse al club de fútbol de su ciudad por beneficiar a los del rugby. Eso nos aboca inevitablemente hacia ciudades sin club de fútbol potente o ciudades dormitorio de grandes capitales lo suficientemente bien situadas. Así que ya puede entretenerse quien lea estas líneas en Google Maps explorando los alrededores de Madrid, Barcelona, Valencia, Valladolid...

El coste seguiría siendo un escollo importante y en la federación lógicamente aspirarán a que la localidad interesada sufrague la mayor parte de la factura en un acuerdo quidproquo: tú me pones el ladrillo, yo te llevo gente 25 o 30 fines de semana al año a una ciudad sin tanto interés turístico en condiciones normales. ¿Obligará esto a que todos los eventos RFER (partidos de selecciones, franquicias, finales de Copa, fases de ascenso, categorías inferiores...) tengan lugar en el Estadio Nacional? Posiblemente, pero no de forma estrictamente necesaria. Lo habitual en otras latitudes es que se llegue a un acuerdo con el ayuntamiento en cuestión para la celebración de X eventos al año, dejando cierto margen para que otros vayan a parar a distintas ciudades siempre y cuando le sea rentable económicamente a la federación. Es decir, que si por si algún casual un Tier 1 visita España y la RFER considera que puede meter 50.000 almas a verlo, siempre estará abierta la puerta a buscar otro estadio.

En definitiva, el proyecto de estadio nacional debe ser analizado desde la perspectiva de un proyecto estratégico y económico, no de un capricho o solución a la desesperada por reemplazar definitivamente El Central. Acertado o no, ha habido muchas horas de reflexión como para considerarlo una simple ocurrencia.

 

Texto: Valerio Orive / Fotografía: Álvaro de Benito 


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