Análisis: Caras y cruces del 2024
Dejamos atrás un año clave en nuestro rugby, con altos y bajos, con alegrías y frustraciones, y con varios puntos que han sido clave en las progresiones en lo deportivo y críticos en lo institucional. Y todo ello puede recogerse en estos diez puntos que analizo, aunque no son los únicos.
✅ «Cuatro mejor que uno»
La culminación del primer gran envite en la política deportiva de «Yunque» vino con ese epígrafe. La frase, enmarcada en la disputa entre Santos y él y a colación de la presentación de «La era Santos», aludía al absoluto de mantener las cuatro selecciones senior en lo más alto que cada una puede estar. Aunque se refiriera a términos absolutos, ya que las actuaciones de las selecciones de seven en la 2023-24 fueron francamente mejorables, llegando con el agua al cuello a final de temporada, lo que está claro es que el mantenimiento una temporada más en la máxima competitividad posible es un éxito.
Ese es el punto fundamental, haber dotado de la oportunidad de revertir cualquier área de mejora en un escenario de alta competición, algo que siempre se ha demandado en la femenina de XV y que, en el caso de las del seven, están teniendo ya la oportunidad de hacerlo, aunque veamos que con distinta suerte.
❌ Un nuevo desastre olímpico
A ese «cuatro mejor que uno» habría que sumarle un lado especialmente negativo: el fracaso olímpico de no clasificar, por segunda vez consecutiva, a ninguna de nuestra selecciones de seven a los Juegos Olímpicos. ¿Cómo casar el discurso de la élite con el de la realidad olímpica? Desde algunos planos institucionales se llegó a arrojar que fracaso no era, y que todo estaba en fase de crecimiento. La realidad, más allá de discursos, es que, de nuevo, España no iba a estar en la cita que salvará al seven.
Se ha demostrado que los Juegos Olímpicos son el escaparate real, y casi la única razón de ser, de la disciplina, y no estar ahí es crítico para cualquier selección. Y más si un buen pellizco del presupuesto viene de ayudas directas a la consecución de objetivos con el seven.
De todo ello escribí ampliamente en Análisis / El seven español tras otra decepción olímpica: una mirada deportiva y económica
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✅ La serenidad de Bouza
El seleccionador nacional de XV masculino ha sido, quizá, el mayor descubrimiento del año en lo deportivo por su mantenimiento de los pies en la realidad que le toca lidiar, por su perfil bajo en lo discursivo y por demostrar un amplio conocimiento sobre su trabajo. Quien haya leído mis opiniones sobre su aterrizaje en «La era Santos» sabrá que desconfiaba, y mucho, pero la realidad es tozuda, también para mí, y Bouza ha demostrado con creces saber lidiar con los mimbres que hay para consolidar un equipo de cara a lo que se nos viene y estar alejado del ruido.
El argentino ha mostrado serenidad en la habitual resignación y pragmatismo que su cargo conlleva. Conocer de una realidad algo compleja para los tier 2, su respuesta ha sido sobre el campo, llevando a España a una nueva y milagrosa recuperación en tan poco tiempo. A pesar de que podemos debatir si el inicio de su era es ese 2023 de transición forzada con Santos y «Miguelón», lo que está claro es que Bouza ha conseguido crear el grupo, consolidarlo como conjunto. Ese ha sido su gran éxito para mitigar algunas carencias lógicas de pizarra, que tendrán que llegar, aunque parece que se va en el buen camino.
Su respuesta a las críticas en el peor momento del año en lo que al XV del León se refiere, la convocatoria contra Fiyi, fue sobre el campo, demostrando que el grupo manda sobre cualquier nombre que desde la grada se quiera imponer o desde Ferraz se usase para enaltecer. España es un conjunto al que le falta poco para consolidarse, justo a tiempo para sellar una deseada clasificación mundialista, y eso es mérito de Bouza, que ha sabido leer las prioridades dentro de un contexto retador y se ha sabido impermeabilizar de los relatos externos para materializarlos única y exclusivamente con su trabajo en el campo.
❌ La maltrecha arquitectura del femenino
La gran cruz en lo deportivo este año natural encadena problemas de la temporada pasada e, incluso, de muchas anteriores. El seven femenino no acaba de encontrar la solución a sus problemas, los que le han llevado a la masiva pérdida de competitividad y a un estancamiento que no augura una pronta recuperación. A diferencia de sus pares masculinos, Las Leonas 7 han sufrido cambios en sus apuestas y estructuras de mando, pero, sobre todo, arrastra problemas del pasado.
La entrada de un grupo joven para reactivar la enésima reconstrucción, la gestión o la sucesión de nuevos entrenadores retrasan el crecimiento de una disciplina que parece estancada, aunque quizá haya que mirar al pasado y entrar a valorar comparativamente para encontrar un punto crítico: ¿cómo llevar a cabo una renovación cuando se gestiona desde el continuismo? Los deberes hechos por Yunque en el área de las selecciones masculinas no se trasladas a las femeninas, y quizá su pasado en la creación de las estructuras y direcciones tanto de XV como de seven tengan una pátina política que pueda afectar en el resultado deportivo.
✅ Un golpe juvenil en la mesa
La disputa y permanencia de la Sub-20 en el Mundial ha sido, quizá, uno de los grandes titulares del año. La apuesta del modelo deportivo importado cuyo artífice es «Aspirina» Pérez ha permitido consolidar un esquema de progresión en un escenario competitivo, el máximo posible, desde el trabajo con las categorías inferiores. Ese trabajo, elevado por la RFER como vital para el crecimiento del rugby, ha certificado esa progresión y también ha planteado la necesidad de apuntalarlo.
No estamos hablando de España como una potencia en categorías inferiores, sino de unos Leones sub-20 que han sido capaces de competir durante todo el torneo y que han plasmado un buen juego del que se aprovecha ya la absoluta. Venía de hacer el argentino el trabajo en el Trophy del año pasado, siguió apostando por ello y, además de la exposición mediática y el entorno competitivo, ha cultivado unos buenos mimbres para el futuro inmediato de Los Leones.
✅ Las Leonas y un Mundial para reactivar
Hablar de las selecciones del XV es hablar, sobre el papel y los datos, de éxito en 2024. Primero, porque la clasificación de Las Leonas al Mundial hace que se vuelva a un escaparate que ha cambiado mucho. Las Copa del Mundo es muy distinta de aquellas que, no hace tanto, suponían un trámite para World Rugby. En su afán político, el máximo organismo mundial decidió ampliar en cuatro plazas los equipos que disputasen Inglaterra 2025, haciendo que el camino a la cita mundialista fuera más que factible.
España, a la que el Campeonato de Europa se le sigue quedando pequeño, sigue fogueándose en la realidad de los amistosos y del WXV. Si bien la competitividad frente a equipos de mayor nivel, como Sudáfrica o Gales, siguen apuntando a un nivel inferior, el premio gordo de este año era clasificar a un Mundial de la manera más fácil posible. Aun así, el escenario del WXV3 tras sucumbir ante Gales fue esencial para esa recuperación anímica necesaria, aunque todavía queden pasos necesarios que dar en cierta viciada estructura. El Mundial será una gran oportunidad para consolidar el trabajo hecho y ver, si con el cambio de escena, se puede llevar a cambio el posicionamiento de nuestras Leonas.
✅ La sorpresa de Los Leones 7
Dentro de ese marco de competitividad y exigencia que comentaba antes, el seleccionado masculino de seven ha sido quien parece haberlo aprovechado mejor. Una tardía sorpresa, pero muy grata, que se enmarca dentro de la regeneración de otras selecciones, pero también en la eficacia de la consolidación de un grupo que, ahora sí, disputa los torneos desplegando un gran juego. Tras un par de temporadas desde el motín de Sudáfrica, Paco Hernández ha llegado al periodo de madurez de un equipo que juega de pizarra, que sale a por todas y que ha revertido casi cualquier situación de frustración de antaño.
Las aspiraciones de Los Leones 7 antes de la temporada se han materializado con dos semifinales en dos torneos, y con una final en el primero de ellos, que hacen presagiar que el desfonde habitual en las últimas fases de las Series pueden ser cosa del pasado, pero que, de ocurrir, no tendrá la misma virulencia que hace años. Si la salvación in extremis en 2024 tenía como recompensa resarcirse como, parece, hasta ahora en la alta competición, no se estará muy lejos del objetivo real del seven: volver a unos Juegos Olímpicos.
❌ Ni Series, ni WXV, ni Mundial sub-20
2024 ha sido testigo de tres varapalos importantes para una RFER que apuesta su crecimiento económico, literalmente, a ser una federación que consiga ingresos «por eventos». Esas tres noticias negativas (ni Series Mundiales en 2025 y 2026, ni WXV en 2024, ni Mundial sub-20 en 2025) han ahondado en otra realidad a día de hoy: esta manera no es tan fácil de realizar como se creía desde Ferraz. Pero lo curioso es que cada uno de esos tres varapalos tiene un trasfondo distinto, lo que hace ver que los puntos desde los que tendrá que lidiar la RFEF son, quizá, más de los esperados.
La no renovación del contrato de acoger las Series Mundiales en 2025 y 2026, como se firmó desde un inicio, era un secreto a voces desde antes de que se disputasen las finales de 2024 en el Metropolitano. El cambio en el gabinete de Gobierno de Madrid, con la salida de Ciudadanos y, por tanto, de Sofía Miranda (principal impulsora del acuerdo con World Rugby) de la junta, llevaron a su sucesora Sonia Cea a replantear el titánico acuerdo. Aunque la RFER tuviera poco o nada que hacer en esto, desde luego muchísimo menos de lo que aspiraba, la baza de negociación sí que parecía caer en sus responsabilidades o, al menos, en hacer real el discurso del peso institucional ganado en las esferas del rugby mundial. El resultado final puso en entredicho, primero, el interés real por las administraciones públicas y, segundo, la eficacia real del crecimiento de las relaciones instituciones ovales.
El segundo varapalo vino por la no concesión del WXV3 que pretendía organizar la RFER. Aunque nada publicitado, la organización de los partidos de la tercera división del torneo para 2024 se daba como muy segura desde Ferraz. Su apuesta, con Las Leonas en liza y con el interés y la urgencia de poder mostrar la capacidad organizativa, era necesaria, pero no se contó con la apuesta económica, que es la que siempre prevalece y que suele llevar el nombre del petrodólar marcado. Dubái, en una puja que pilló a la RFER sin margen de maniobra, se llevó al césped artificial del Sevens emiratí el torneo, dejando al descubierto un segundo motivo: quien más pague, gana. Y la RFER no anda sobrada.
El tercero, tampoco publicitado institucionalmente, fue el fracaso de no poder organizar el Mundial sub-20 de 2025, encargado finalmente por World Rugby a Italia, por desacuerdos institucionales y de recursos financieros. La Federación, junto con la Vasca, exprimieron hasta el final las opciones de celebrar, por segunda vez en la historia, un torneo mundial de XV en España. Sin embargo, las conversaciones con las instituciones forales, autonómicas y deportivas vascas no dieron su fruto, alegando diversos motivos de índoles institucional y presupuestaria, y abocaron a la RFER a encajar un tercer golpe en sus aspiraciones en el plano mundial de ser «una federación de eventos» aunque se haya intentado esconder bajo el frágil relato (otra vez la narrativa) de organizar el Mundial de 2035.
❌ La quimera de la «descentralización»
Uno de los grandes objetivos que se había planteado la Real Federación fue la de sacar a la selección masculina de El Central. Ese proceso de «descentralización», necesario para acercar el rugby a otros lugares, ha vuelto a caer en saco roto en 2024. Este último año natural, tres de los cuatro partidos que España ha jugado como local (Alemania, Uruguay y Estados Unidos) han tenido el viejo estadio de la Complutense como escenario, a los que hay que sumar los dos próximos (Países Bajos y Georgia). La elección del campo madrileño, en todos los casos, nunca fue la primera opción, sino que se convirtió en la única tras darse de bruces con una realidad a veces demasiado tozuda.
Para el partido de febrero contra Alemania, programado inicialmente en Gijón, la Delegación de Gobierno atendió a las demandas de seguridad del fútbol de Segunda División y obligó a la Federación a buscar la única alternativa. De nuevo, el fútbol, una realidad muy palpable, se interpondrá en las aspiraciones de una RFER que se resiste a verlo. Para los partidos de noviembre se mantuvo conversaciones con Valencia, Zaragoza y Villajoyosa, como mínimo. Bien por requerimientos de Ferraz o bien por interferencias con el deporte rey, condicionantes a veces tan pesados como el hormigón armado de El Central, impidieron salir.
Solo el partido contra Fiyi lo logró, con la fiesta de Valladolid. El éxito de la cita, que fue empleado como motor para garantizar la vuelta a la ciudad castellana el año que viene, no fue suficiente, y las aspiraciones de que el partido frente a Países Bajos se celebrase allí se dio de bruces, de nuevo, con el fútbol y con la gestión preferente. El Central será escenario del partido clave del año que viene, continuando la cadena de partidos en Madrid que se mantuvo durante la ventana de otoño con dos partidos (Uruguay y Estados Unidos) a los que la RFER pareció no darle tanta importancia narrativa, quizá por aquello de la evidencia de la dificultad de la «descentralización».
❌ Un relato institucional enfrentado a la realidad
El tan manido relato de cualquier institución no quiere decir que quien lo dicta no conozca la realidad, sino que lo que proyecta es una aspiración para convencer. En la actualidad, las narrativas imperan muchísimo en un mundo en el que la imagen prevalece. Sin embargo, el rugby es todavía muy minoritario en España y el relato que se construya institucionalmente alrededor de él es consumido, casi exclusivamente, por el aficionado, que pertenece a un grupo muy pequeño. El barniz que se ha querido dar al discurso federativo, desde incluso antes de las últimas elecciones, ha sido muy triunfalista, desde las listas futuras y la supuesta alfombra roja para usar estadios a la facilidad de albergar eventos o el rédito inmediato de un posicionamiento en el panorama internacional. No está mal ser optimista y creer en los recursos y posibilidades, pero construirlo sobre la realidad de un sistema en el cual el éxito depende, casi siempre, de terceros, es muy arriesgado.
Las respuestas por parte de la directiva en distintos medios a la polémica surgida por la convocatoria contra Fiyi (construidas sobre lo mediático de nombres como Ezeala o Merkler) fueron puramente reactivas a la opinión pública. Matizar o reconstruir toda la orientación y frases clave y contundentes previas solo porque la opinión es negativa, tampoco ayuda a la credibilidad. Incluso pudimos oír algunas cláusulas conservadoras en esas declaraciones, como la de que «a día de hoy» los jugadores que no han venido estarán disponibles en febrero, que apuntan a esa reconstrucción.
La promesa de Países Bajos en Valladolid, el menosprecio (después matizado) de «la mejor selección española que haya habido nunca», las listas de nombres mediáticos… El mundo del rugby en España todavía tiene cierto matiz conservador y es pequeño, y no es precisamente el mejor para pretender que no se analice críticamente lo que dice un directivo, sobre todo si saben que lo que dicen está basado en promesas que solo terceras partes pueden hacer que se cumplan.
Texto: Álvaro de Benito / Fotografías: Domingo Torres (1), WR/FER (2, 3, 4), Álvaro de Benito (5)
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