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Sin un origen común, no puede haber nada nuevo


El segundo partido de la pretendida "nueva era", frente a Alemania en Heidelberg, arrojó varias conclusiones deportivas, pero también una serie de observaciones periféricas que creo que son imprescindibles analizar para entender un entorno que afecta, y mucho, al presente del XV del León. Y digo presente porque sobre el futuro poco se sabe o poco se quiere hacer saber.

Tras un par de partidos horrorosos en lo deportivo, con unas tácticas con muy poco rédito, experimentos y una tímida carta de renovación en nombres y dinámicas que han abocado a una evidente frustración, parece existir una corriente mayoritaria entre los que estamos al otro lado en tildar la situación, como poco, de preocupante. Sin embargo, hay que dejar meridianamente claro que los jugadores, que salen al campo a darlo siempre todo, salen alineados y con un esquema de juego que, en parte, les es totalmente ajeno. Es decir, las decisiones iniciales y el engranaje de pizarra no les corresponde tanto a ellos.

Y es aquí donde encontramos que las críticas no suelen entenderse bien, y no se entiende porque la situación es propicia para ello. Rompamos una nueva lanza en favor de la verdad léxica. No. No hay una "nueva era", y no la hay por el simple hecho de que los involucrados en este periodo no tienen el mismo punto de partida. Es más, debería hablarse de "este proyecto" más que "este periodo", pero para ello hacen falta elementos comunes, y el primero de ellos es una convergencia en el origen, cosa que no existe.

Santos, afrontando ya la década en el cargo, no parte de cero. Acumula tras de sí una cartilla de una época de éxitos deportivos y fracasos administrativos que le llevan a encarar su ya anunciada agonía al frente de la selección con unos vicios y manías que provienen del pasado y que son muy difíciles de eliminar. Por eso, en el caso de Santos como seleccionador, se debería hablar de una prolongación de su era. Que aproveche este periodo de transición a no sabemos dónde para plantear un -ismo de vanguardia parece ser más fruto de la obligación de rellenar con quimeras de renovación un periodo al que quizá no debería haber llegado.

Los jugadores tampoco parten todos del mismo punto. Puede existir una tímida renovación en cuanto a los nombres en las convocatorias, pero ni muchísimo menos una revolución. Los nuevos, los únicos que llegan con esa virginidad a este periodo, son los auténticos protagonistas de una revolución que se espera cuando se acaben ciertos experimentos sobre el campo. Los más veteranos deberán apoyar como hasta ahora en esa transición. Nadie ataca en el plano técnico a los jugadores, porque ellos son las figuras de un esquema táctico que duda, que mantiene a flor de piel ciertos vicios anteriores y cuyas virtudes van desapareciendo poco a poco en favor de una no entendida vanguardia.

La nueva directiva de la FER, seis meses de punto de inicio y a la que me temo que este tema le lleva pasando factura en el seguidor más de lo que sería recomendable, es quien dirige los designios más, digamos, corporativos. Muchas empresas exigen a sus empleados ya no solo el qué, sino el cómo. Entendiendo que los diferentes perfiles corporativos de la nueva FER van hacia una estructura y gestión más en esa dirección, sabrán que no es solo el resultado, sino también la forma en la que se consiga, algo que redunda en una imagen que, por mucha decoración semántica /y semiótica que se quiera poner, en este campo lleva tiempo siendo un lastre. Aunque, claro, tampoco sabemos hasta qué punto el ente ulterior en Dublín está involucrado, activa o pasivamente, en esta secuencia de prórroga infinita y tierra prometida de leche y miel.

Por último, tampoco tienen los aficionados ese punto de inicio común. La selección española ha alcanzado en la última década un estatus que permite al público demandar ya no solo resultados, sino también juego e identidad. Si todos nos tuvimos que callar en el clasificatorio del año pasado cuando, tras unos primeros desastrosos partidos con resultados negativos, el XV del León acabó en el Mundial, ahora, en sentido inverso de los conceptos, no debería extrañar a nadie que el público demande algo más que ganar a Alemania y a Países Bajos. 

Esa paciencia que se pide es cada vez más corta, y debe entenderse como la forma de pago de un equipo que ha elevado su caché y sus expectativas, y a la que se le puede exigir más. Sin embargo, sería perverso creer que la crítica derivada de esa exigencia debe ser general y compacta, más que nada porque los elementos que conforman el ecosistema de esta pretendida "nueva era" nunca podrán formar algo remoto a un punto común de inicio. Ni Santos está en el mismo punto de la FER, ni, lo peor, en el de los jugadores.

 

Texto / Álvaro de Benito // Fotografía / Domingo Torres


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