Análisis: Iberians (hasta ahora), en diez pinceladas
Castilla y León Iberians ha iniciado la Rugby Europe Super Cup con tres victorias contundentes: 66–20 ante Brussels Devils, 50–17 frente a Delta y 62–7 contra Romanian Wolves. En total, 178 puntos a favor por solo 44 en contra, una demostración clara de superioridad en todas las fases de juego frente a sus rivales.
Más allá de los resultados, el valor de este inicio está en la orientación del proyecto. Iberians ha afrontado la Super Cup como un espacio de trabajo serio, con intención competitiva y de desarrollo, donde cada minuto ha tenido propósito. Bajo la dirección de Raúl “Aspirina” Pérez, el equipo ha sabido dar sentido al torneo, utilizándolo para consolidar estructuras, ajustar automatismos y elevar el tono físico del grupo.
En este arranque se atisba el doble trabajo que sostiene al proyecto: por un lado, el físico, con una planificación que busca elevar el nivel de exigencia y control de carga de los jugadores; y por otro, el estructural, orientado a crear una base común de juego, automatismos y entendimiento colectivo entre los jugadores más próximos al entorno internacional.
Tras muchos intentos de distinto calado y con modelos más o menos acertados, Iberians parece, por fin, haber encontrado el rumbo que debió tener desde su origen: ser una plataforma complementaria y funcional al XV del León, un espacio intermedio que permite mantener controlados y activos a los jugadores que compiten en División de Honor, así como detectar y acelerar la evolución de los mejores proyectos emergentes.
En ese sentido, la Super Cup 2025 no solo ha servido para sumar victorias, sino para asentar una estructura estable de trabajo, en la que el cuerpo técnico puede evaluar rendimiento real, gestionar la carga física de los jugadores y, sobre todo, dar continuidad a una idea de juego nacional compartida. Es, probablemente, la primera vez que Iberians cumple de forma plena su propósito original: competir con criterio, formar con método y conectar el rendimiento de club con el desarrollo del rugby español que mira hacia el Mundial de Australia 2027.
1. Juego al eje y cargas cortas de delantera
Uno de los rasgos más identificables del ataque de Iberians en estos tres partidos ha sido la facilidad con la que se han ganado metros a través de las cargas cortas de delantera. El equipo avanzó con notable continuidad, encadenando fases en torno al eje y desbordando a las defensas rivales sin necesidad de amplitud. Cada impacto generó una nueva plataforma de lanzamiento, y la lectura de los medios de melé, especialmente de Bay, pero también de Infer, fue determinante: cuando detectaban desorden o defensores hundidos, atacaban directamente el hueco; cuando la defensa aún estaba resquebrajada pero no rota del todo, ejecutaban una pequeña salida en diagonal y dejaban un pop pass —un pase corto y flotado sobre la carrera del apoyo que entraba en penetración—.
Este juego al eje, simple pero eficaz, mantuvo la iniciativa y obligó a las defensas a replegarse constantemente hacia dentro. Desde ahí, el ataque construyó su estructura posterior: primero desgastar, después abrir. Fue un patrón reconocible, funcional y, sobre todo, coherente con un equipo que entendió el avance como preludio del juego, no como su consecuencia.
Aun así, no resulta fácil determinar cuánto de esta superioridad procedió del propio trabajo y cuánto de la fragilidad de los rivales. Es probable que el dominio en el eje respondiera tanto a automatismos bien interiorizados —buenas líneas de apoyo, ritmo en el relevo y decisión en la limpieza— como al escaso nivel de oposición en ciertas fases. Sea como fuere, la sensación general fue clara: Iberians gobernó el centro del campo, avanzó con fluidez y marcó el compás de los partidos desde la delantera.
2. El pull-back pass y la conexión con la segunda cortina
Otro rasgo cada vez más reconocible del ataque ha sido la incorporación del pull-back pass —literalmente, pase en retirada o en retroceso—, un pase ejecutado por el delantero que actúa como primer receptor dentro del pod (pequeño grupo de dos o tres delanteros alineados que ofrecen opciones cortas de pase y fijación de defensa) hacia un jugador situado detrás de ellos, normalmente un 3/4 que entra en carrera desde la segunda cortina.
El pull-back pass combina la amenaza del contacto y la simulación del pase corto con la posibilidad de jugar en profundidad hacia un apoyo en segunda cortina. El delantero receptor mantiene la postura de avance, encara la defensa y ofrece la sensación de que puede pasar justo antes o incluso contra la presión, es decir, mientras la defensa todavía está entrando a placar. Esa lectura genera incertidumbre: los defensores deben decidir si cerrar sobre el portador o esperar el pase atrás, y en ese instante de duda se abre el espacio para el jugador profundo que recibe.
En el caso de Iberians, esta figura ha aparecido ya en varias secuencias, principalmente con Gonzalo Vinuesa como receptor en segunda cortina. Su perfil —capaz de combinar amenaza de contacto con lectura ofensiva— encaja de forma natural en este tipo de jugadas, aunque el sistema aún se encuentra en fase de automatización. Falta ajustar los timings, el perfil corporal del delantero que ejecuta el pase (abrir hombros, ofrecer blanco de pase, mantener la amenaza de carga) y, sobre todo, la lectura colectiva sobre cuándo y desde qué zonas aplicarlo. También se contempla a futuro la variación con el primer centro como receptor, lo que añadiría más amenaza directa y permitiría una continuidad interior más fluida.
El uso del pull-back pass se enmarca dentro del plan de juego común entre Iberians y la selección española del XV del León, que busca dotar al ataque de mayor estructura, ritmo y lectura por capas, en línea con las tendencias del rugby europeo contemporáneo. Es evidente que el cuerpo técnico ha decidido incorporar este recurso —muy presente en el alto nivel— como parte de la evolución natural hacia un juego más dinámico y conectado entre unidades.
Por ahora, el resultado ha sido más efectista que efectivo, pero se entiende dentro de una fase de crecimiento y consolidación del plan de juego. Aún hay que afinar la elección del momento y la zona para aplicarlo, pero el concepto está bien integrado y las intenciones son claras. Con tiempo, partidos y continuidad, es previsible que el equipo gane precisión y capacidad para explotarlo mejor, y que el pull-back pass acabe siendo una seña reconocible del ataque español.
3. El nuevo papel de las alas en el sistema ofensivo
Otro de los aspectos más interesantes de la evolución ofensiva de Iberians ha sido el papel renovado de las alas, que han pasado de ser meros finalizadores a convertirse en jugadores activos en la construcción del juego. En esta ventana, Martiniano Cian ha recuperado protagonismo y energía —más cerca del nivel que había mostrado en etapas anteriores—, mientras que Pau Aira ha firmado excelentes partidos, siendo uno de los jugadores más determinantes del torneo.
Ambos se han caracterizado por una gran movilidad y capacidad de aparecer fuera de su zona natural de acción, interviniendo con frecuencia en zonas interiores y participando en la presión tras el juego al pie. En este apartado, las alas han destacado por su timing en la persecución de las patadas desde campo propio, su coordinación con los centros en la primera presión y su capacidad de evasión y lectura en las recepciones rivales, elementos que aportan continuidad, territorialidad y ritmo al plan de juego.
Un detalle especialmente relevante ha sido la reaparición de la cruz interior (una carrera en diagonal hacia dentro en coordinación con el centro), que busca romper la línea defensiva entre el tercer y cuarto canal. Es un recurso casi desaparecido en el rugby contemporáneo —reemplazado por estructuras más mecanizadas—, pero que Iberians ha recuperado con criterio y sorpresa. Cian y Aira han sido los principales protagonistas de estas acciones, y especialmente Martiniano Cian, que ha sabido leer el momento exacto de la invasión interior y ejecutar la trayectoria con profundidad y ángulo, convirtiendo dos de esas jugadas en ensayo, tras descargar en apoyo a los compañeros que siguieron la acción.
También han tenido peso en el lanzamiento del juego desde fases estáticas, apareciendo en canales 1 y 2 tanto en melé como en lateral, actuando como opciones sorpresivas o finalizadores directos. En varias secuencias, especialmente tras touche reducida más que en melé estable, los alas han sido el punto final de jugadas estructuradas que buscaban aprovechar la inercia del balón interior antes de abrir al exterior.
Por último, resulta especialmente interesante su participación puntual en el juego corto cerca del eje, donde, en determinadas fases, han actuado como apoyos de los medios de melé, ofreciendo un pase corto en carrera como factor sorpresa. Este tipo de intervenciones, inusuales en jugadores de banda, reflejan una comprensión colectiva más rica del sistema, en el que los roles se flexibilizan y el ataque gana matices.
Conviene, no obstante, contextualizar este rendimiento. Iberians se ha medido en esta fase a defensas poco presionantes, lo que ha facilitado ciertos movimientos y permitido a los alas jugar con más tiempo y espacio. Aun así, su lectura ha sido sobresaliente, especialmente en la recepción de patadas cruzadas y patadas a la espalda de la primera línea defensiva, donde tanto Cian como Aira han mostrado reflejos, lectura y determinación.
En conjunto, las alas han dejado de ser una posición estática y se han convertido en actores tácticos de primer orden dentro del modelo ofensivo de Iberians, añadiendo movilidad, lectura y presencia interior en un contexto de juego cada vez más estructurado. La sensación general es que esta activación del juego de las alas responde a una intención clara del plan ofensivo del staff: experimentar, ampliar repertorio y preparar recursos que, con el tiempo y el aumento del nivel competitivo, puedan consolidarse como parte estable del ataque español.
4. El 12 como primer lanzador y la ocultación del apertura
Una tendencia que ya se había visto en el Mundial Sub-20 empieza a hacerse visible también en el plan ofensivo de Iberians, dentro de un marco de trabajo que funciona como prolongación práctica del sistema del XV del León. Este modelo común busca consolidar automatismos y lecturas colectivas que, más allá del entorno franquicia, puedan trasladarse al Rugby Europe Championship y al futuro ciclo de clasificación mundialista.
En ese contexto, se ha observado con claridad la utilización del primer centro como primer lanzador del juego, desplazando al apertura a una posición más profunda o escondida, en segunda cortina. Esta variación, que en selecciones de alto nivel es habitual desde hace años, sigue siendo un recurso muy eficaz en contextos menos automatizados, porque altera la lectura defensiva y modifica por completo el punto de origen del ataque.
En el caso de Iberians, Yago Fernández ha asumido con naturalidad esa función de distribuidor principal, ya sea desde su rol natural de 12 o actuando como falso 10 cuando la jugada lo exigía. En paralelo, Gonzalo Vinuesa ha aparecido con frecuencia en terceras y cuartas fases, aprovechando su posición más retrasada para incorporarse en carrera o en penetración desde la segunda cortina, una situación que lo hace especialmente peligroso.
Aunque en el Sub-20 este patrón se utilizó sobre todo en el lanzamiento desde fases estáticas, en Iberians empieza a verse en juego abierto y en fases dinámicas, lo que indica una intención de consolidarlo dentro del sistema. El efecto inmediato es evidente: la defensa se descoloca, porque su referencia visual tradicional —la del apertura como eje de distribución— deja de estar donde se la espera. Al liberar a Vinuesa de la primera toma de decisión, se gana profundidad, tiempo y posibilidad de sorprender en zonas sin defensor asignado.
Este tipo de estructura, muy común en equipos de Tier 1 pero todavía poco habitual a este nivel, aporta un factor de sorpresa y desequilibrio real, al obligar a la defensa a reorganizar sus prioridades y ampliar el campo visual de lectura. En un contexto como el de Iberians, donde la organización defensiva rival suele ser más lineal, el uso del 12 como primer lanzador puede convertirse en un arma diferencial, capaz de romper automatismos y generar incertidumbre.
Por ahora se percibe más como una tendencia incipiente que como un patrón consolidado, pero el simple hecho de que aparezca en juego lanzado revela la voluntad de evolución del plan ofensivo. Con el paso de los partidos y una mejor coordinación entre el 12 y el 10, es previsible que este mecanismo gane protagonismo dentro del proyecto compartido entre Iberians y la selección española, aportando riqueza estructural, madurez táctica y coherencia de modelo de cara al próximo Rugby Europe Championship y al ciclo mundialista.
5. Patrón general de lanzamiento desde fases estáticas
Aunque no se han apreciado grandes novedades en la salida desde melé, sí se ha confirmado una disposición clara y cada vez más sistematizada en el lanzamiento desde lateral, donde el equipo ya muestra un patrón reconocible según la zona del campo. El sistema de touches comienza a adquirir automatismos y refleja una planificación táctica por sectores, en función del riesgo, la distancia y la intencionalidad del juego posterior.
Zona 1: 22 propia y campo defensivo. En campo propio, especialmente en las inmediaciones de la 22 propia o entre la línea de ensayo y la línea de 10, la prioridad es asegurar la posesión y salir del territorio. Se utilizan touches en zonas 2 o 4 (salto cercano o medio), con estructuras simples: bajada directa del balón, formación rápida del ruck y salida al pie, ya sea por parte del medio melé o del apertura. El objetivo es minimizar riesgo y mantener control territorial, más que generar continuidad.
Zona 2: entre la línea de 10 y la 22 rival. En la zona intermedia del campo, entre línea de 10 y cercanías de 22 rival, el lanzamiento habitual se da en zona 4, con una estructura de salida rápida al medio melé para lanzar hacia canal 2. Desde ahí se busca construir varias fases y ganar metros a través de secuencias de contacto o combinaciones cortas entre el pod de delantera y la segunda cortina. Este formato de lanzamiento favorece la continuidad, sin comprometer el control del balón, y permite reordenar el ataque en función del avance.
Zona 3: inmediaciones de la 22 rival. En campo ofensivo, especialmente dentro de las 22 rivales, Iberians muestra una estructura más ambiciosa. Se utiliza salto en zona 6, con el último saltador del alineamiento y variantes sobre el canal 1, ya sea mediante salidas interiores del ala o del delantero que actúa como medio melé, o con pases interiores cortos que buscan romper el equilibrio defensivo justo detrás del punto de alineamiento. Esta touche reducida o touch dinámica ha servido para acelerar la entrada al canal de definición y activar jugadas preparadas con varios apoyos interiores.
6. El papel de los medios de melé: conducción, ritmo y perfiles complementarios
Uno de los rasgos más claros del plan de juego actual es la centralidad del medio de melé como motor de la estructura ofensiva, tanto en Iberians como en el XV del León. Todo indica que Pablo Bouza ha definido a Tani Bay como su conductor principal, el 9 de referencia en torno al cual se articula el ritmo del equipo. Su perfil —dinámico, agresivo y con una notable lectura del espacio corto— encaja con la idea de un rugby de tempo alto, con iniciativa desde el eje y capacidad de acelerar en cualquier punto del campo.
A partir de esa elección estructural, el cuerpo técnico busca perfiles complementarios o incluso antagónicos, capaces de adaptarse a distintos contextos de partido. En ese sentido, Kerman Aurrekoetxea continúa siendo una opción sólida y conocida, aunque todavía en proceso de alinear su estilo con el modelo del XV del León. Su rugby, sin dejar de tener esa chispa que le ha caracterizado siempre, es más estructurado y metódico, y requiere ajustar el ritmo de salida del balón, la sincronización con los delanteros y la conexión con la línea de tres cuartos, especialmente en zonas de presión.
En este escenario, la aparición de Nico Infer ha sido una de las notas más estimulantes de esta campaña con Iberians. En apenas dos años ha mostrado una evolución evidente: si en el Mundial Sub-20 de 2024 se le consideró un medio de melé algo plano y previsible, en la última edición se consolidó como uno de los jugadores más influyentes del equipo, y ahora confirma ese crecimiento con actuaciones de alto nivel.
Infer ofrece un perfil híbrido, situado entre la verticalidad y la energía de Tani Bay y la organización más controlada de Aurrekoetxea. Es un jugador bullicioso, con capacidad de desborde y lectura de desajustes, acostumbrado a moverse en contextos caóticos como la División de Honor, pero que al mismo tiempo sabe contemporizar, modular el ritmo y llegar bien perfilado a los puntos de encuentro. Su lectura para decidir cuándo acelerar y cuándo estabilizar la secuencia aporta al sistema una capa táctica más rica, y su comprensión del ritmo global del juego lo acerca al modelo de medio de melé total que Bouza parece buscar.
Tanto en el caso de Bay como en el de Infer, hay un rasgo común que define la propuesta: el medio de melé como primer apoyador natural en el juego de ruptura. Ambos interpretan con rapidez las segundas jugadas, se ofrecen por detrás del portador y mantienen viva la continuidad en zonas interiores, un aspecto que encaja plenamente con la filosofía de Iberians como laboratorio táctico del XV del León.
En conjunto, la gestión del ritmo desde el 9 parece cada vez más estructurada: Bay como referencia principal, Infer como alternativa complementaria con más pausa y lectura, y Aurrekoetxea como perfil por reajustar al sistema. Con esta terna, el equipo cubre un espectro completo de posibilidades —velocidad, control y adaptación—, reforzando la idea de que la evolución del medio de melé en el modelo español no se entiende solo como ejecución técnica, sino como dirección estratégica del juego.
7. Centros y tres cuartos: funcionalidad, movilidad y reparto de responsabilidades
Uno de los aspectos más llamativos del juego ofensivo de Iberians ha sido la transformación del perfil de los tres cuartos, especialmente en la pareja de centros. Se percibe una transición clara hacia un modelo funcional y flexible, donde los jugadores intercambian roles, ocupan distintas zonas del campo y comparten tareas de distribución y generación de juego.
El viejo esquema —un 12 de impacto y fijación, acompañado de un 13 distribuidor o penetrador exterior— parece haber quedado atrás. En su lugar, emerge un sistema donde ambos centros pueden lanzar, distribuir, recibir o atacar por dentro, dependiendo del contexto de la jugada. Esta permuta constante de funciones añade imprevisibilidad al ataque y dificulta enormemente la lectura defensiva rival.
En este sentido, Yago Fernández e Iñaki Mateu han estado a un nivel altísimo, actuando como ejes dobles de distribución y manipulación del espacio. Ambos se han mostrado muy activos sin balón, ofreciendo apoyos constantes entre líneas y participando de forma directa en la construcción del juego en segunda y tercera cortina. Su entendimiento y sincronía con los medios ha permitido que el balón fluya con más continuidad y sentido, con una gran variedad de ángulos de entrada y de ritmo en la ejecución.
Además, ambos han aportado una importante cuota de juego al pie en campo abierto, utilizando patadas tácticas, rastrones o envíos cruzados para reordenar la defensa y ganar metros con inteligencia, no solo con potencia o velocidad. Esta capacidad para tomar decisiones de juego más allá del pase o la carrera es uno de los indicadores más claros del cambio de paradigma.
Otro aspecto destacable es el uso de señuelos y apoyos cruzados, cada vez más integrado en la estructura ofensiva. Los tres cuartos, y especialmente los centros, han asumido un papel protagonista en la creación de líneas de distracción, ofreciendo opciones falsas que liberan espacio para el ala o el zaguero. Este uso consciente de los señuelos demuestra una madurez colectiva en la comprensión del juego: ya no se busca únicamente la ejecución, sino la coordinación de movimientos para manipular la defensa rival.
En el plano individual, además del rendimiento de Fernández y Mateu, cabe destacar el buen papel de Beltrán Ortega, que ha aportado una versión más creativa y asociativa como alternativa a la sobriedad, el rigor táctico y el dominio aéreo de Bell. Su perfil más jugón, con capacidad para actuar tanto en el eje interior como en amplitud, añade matices distintos al sistema y enriquece la rotación del fondo del campo.
En conjunto, la línea de tres cuartos ha mostrado una actividad constante y una alta carga de movimientos coordinados, con una clara intención de generar automatismos y sincronías de apoyo. Se trata de una evolución natural del modelo ofensivo, en la que los roles dejan de estar definidos por la posición nominal y pasan a estar determinados por la lectura, la comunicación y la función en el sistema.
Iberians —y por extensión el XV del León— parecen dirigirse hacia un tipo de tres cuartos inteligentes, interconectados y con polivalencia real, capaces de interpretar el juego antes de ejecutarlo. Un cambio de fondo que no solo amplía las opciones ofensivas, sino que moderniza el estilo y la identidad del rugby español.
8. La defensa: control del espacio, estructura y presión híbrida
En el plano defensivo, Iberians mantiene la línea de trabajo diseñada por el staff técnico, una estructura que refleja de manera fiel la filosofía defensiva común al proyecto compartido con el XV del León. El equipo se caracteriza por un sistema más preocupado por la ocupación del espacio y la organización colectiva que por una presión alta sostenida. No se trata de una defensa pasiva, sino de una presión híbrida y controlada, donde la prioridad es mantener la línea compacta, llegar con número al punto de contacto y asegurar la continuidad defensiva en la siguiente fase.
El modelo no busca lanzar a los jugadores hacia el rival de forma descoordinada, sino absorber el impacto y controlar el punto de encuentro con apoyos inmediatos. De este modo, se evita que el equipo quede expuesto por fuera o desestructurado por el interior, algo habitual en defensas excesivamente agresivas. La idea central es defender en bloque, con ritmo, pero sin ruptura de la línea defensiva, priorizando la estructura, la comunicación y la cobertura interior por encima del placaje individual espectacular.
Este enfoque tiene ventajas y riesgos. Por un lado, minimiza las situaciones de inferioridad numérica, ya que siempre hay presencia múltiple en la zona del contacto, lo que facilita la reorganización rápida tras el placaje y reduce las opciones del rival de enlazar descargas o mantener la continuidad. Por otro, cede algunos metros en el impacto inicial, especialmente frente a ataques con mucha verticalidad o apoyos interiores agresivos.
Aun así, el sistema se muestra coherente y funcional: el equipo defiende con profundidad y escalonamiento, lo que le permite mantener el control visual del ataque rival y reajustar la línea con rapidez. En zona roja, la actitud cambia: se acorta la distancia de subida y se compacta el bloque, con el objetivo de cerrar el eje y negar cualquier avance frontal, incluso a costa de sacrificar amplitud.
Este modelo podría definirse como una defensa híbrida, una mezcla entre el sistema de contención y el de presión escalonada, que busca limitar las opciones del rival sin comprometer la integridad del bloque defensivo. Su éxito depende menos del primer placador que del sistema de apoyo y reposicionamiento posterior, y en ese sentido Iberians ha mostrado un avance claro respecto a temporadas anteriores.
Conviene matizar, no obstante, que el contexto de estos tres partidos ha estado marcado por un alto porcentaje de posesión, lo que naturalmente reduce la exigencia y la frecuencia del trabajo defensivo real. Esa circunstancia puede haber generado una cierta relajación o falta de continuidad en las fases sin balón, pero no altera la tendencia observada: el patrón descrito parece consolidarse como la base del sistema defensivo, con sus ventajas de control y solidez, pero también con el riesgo inherente de conceder más metros al rival en situaciones de presión sostenida. En cualquier caso, es el modelo elegido, y sobre él habrá que seguir construyendo y ajustando el sistema en los próximos encuentros.
9. Cohesión, tono físico y sostenimiento del ritmo competitivo
Uno de los grandes avances observados en esta etapa ha sido la homogeneización del tono físico y del ritmo competitivo del equipo, consecuencia directa del trabajo conjunto desarrollado bajo el proyecto Iberians. Este formato permite controlar mejor las cargas, los volúmenes de trabajo y la exigencia de cada jugador, logrando un grupo más equilibrado en sus prestaciones y menos dependiente de los picos individuales.
Se percibe con claridad una mejora en la capacidad de mantener la intensidad a lo largo de los ochenta minutos, sin caídas notables de ritmo ni diferencias significativas entre titulares y suplentes. Iberians ha mostrado un bloque sólido, con resistencia física y concentración sostenida, capaz de mantener la velocidad de juego del inicio hasta el final del partido, algo que históricamente había sido una de las grandes debilidades del rugby español.
El equipo ya no se descompone en los tramos finales, ni se desconecta tras recibir puntos o perder posesión. Al contrario: muestra una continuidad de esfuerzo y de ritmo mental que refleja una mejor preparación colectiva y una gestión más racional del esfuerzo. El trabajo conjunto —entrenar y competir como bloque— ha permitido alinear intensidades, tiempos de carga y respuestas físicas, reduciendo la brecha que antes separaba a los jugadores que venían del entorno profesional francés y los que competían en la División de Honor.
Más allá del resultado inmediato, el mayor logro del proyecto Iberians parece ser haber construido un grupo capaz de sostener su identidad independientemente de los ejecutores, un equipo que no depende ya de las individualidades de mayor nivel, sino de un modelo de juego estable y compartido. Esta uniformidad competitiva es un paso fundamental en la madurez estructural del rugby español: un equipo más homogéneo, más cohesionado y más capaz de controlar el ritmo del juego durante todo el encuentro.
10. Contexto, proyección y sentido del trabajo
Todo lo que se ha desarrollado en el marco de Iberians debe entenderse dentro de un proceso de medio plazo. Los avances tácticos, estructurales y físicos observados no se trasladarán de forma inmediata a los test de noviembre, donde los rivales serán de un nivel mucho mayor y exigirán otra velocidad de ejecución y otra densidad física. Sin embargo, eso no resta valor al trabajo realizado, sino que define su propósito real: construir una base sólida sobre la que edificar el juego del XV del León.
El tiempo de entrenamiento compartido, la asimilación de estructuras comunes y la competencia interna han servido para acortar la distancia entre el plan de juego y su ejecución real en el campo. Aunque los partidos puedan haber dado la impresión de cierta facilidad —por el control de la posesión, la escasa presión rival o la facilidad para romper líneas—, el mérito está en haber aprovechado esas circunstancias para asentar automatismos, mejorar la comunicación y dar rodaje a un grupo cada vez más reconocible.
En este sentido, Iberians ha cumplido exactamente la función para la que fue concebido: crear un entorno competitivo de nivel intermedio, que permita desarrollar un sistema común entre clubes y selección, probar jugadores jóvenes y ampliar el fondo de armario del rugby español. Puede que este trabajo llegue tarde respecto a lo ideal, pero llega a tiempo. A dos años del Mundial, se ha logrado fijar una línea de juego clara, reducir la dependencia de individualidades y acercar la estructura de Iberians al ritmo internacional.
En definitiva, los tres partidos disputados no han sido un fin, sino un punto de partida. Lo importante no es el marcador ni la superioridad mostrada ante rivales aún en construcción, sino la consolidación de una forma de jugar y de entrenar compartida, que empieza a ser reconocible y coherente. Iberians no es solo un proyecto deportivo: es la infraestructura competitiva que puede dar estabilidad y sentido al futuro del XV del León.
Texto: Víctor García / Fotografías: RFER




 
 
 
 
 
 
 
 
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