Análisis / Una mirada por la ventana de noviembre
Hace cuatro años, España afrontaba una complicada ventana de noviembre tras la descalificación por alineaciones indebidas de Mathieu Belie y Bastien Fuster que nos dejó sin la Copa del Mundo de Japón 2019. Los partidos frente a Samoa y Namibia (una ventana muy semejante a la de 2022) sirvieron para levantar algo la moral a la tropa y, a su vez, que un nuevo bloque de jugadores asumiera más protagonismo. Gente como Gimeno, Peters, Víctor Sánchez, Afa Tauli o los más tarde lesionados Xerom Civil, Mickael de Marco y Quentin García demostraron que estaban para liderar esa transición dolorosa hacia una reconstrucción exitosa.
Tras el gran fracaso que ha supuesto para el rugby español esta segunda descalificación de la Copa del Mundo de Francia 2023, muchos de los jugadores que han formado la columna vertebral del equipo han dado un paso atrás.
Por tanto, esta ventana de otoño nuevamente nos deja un poso mezcla entre melancolía, envidia e ilusión. Melancolía por lo que pudo ser y no fue, envidia al ver a nuestros rivales preparando el Mundial con partidos de enjundia y al completo de efectivos, e ilusión porque, a fin de cuentas, de eso vive el aficionado al rugby español. De otra manera nos habríamos bajado de este carro hace tiempo. Y motivos para ilusionarse los ha habido, escasos pero firmes.
España v Tonga
Para este partido el conjunto dirigido por Santiago Santos contó con una delantera más pesada y veterana con la esperanza de poder contrarrestar a jugadores de la talla (física y rugbística) de Ben Tameifuna. Jugadores veteranos como Manu Mora o Víctor Sánchez ponían las caps y la experiencia al servicio de un equipo que apenas pudo disponer de balones de calidad frente a un conjunto polinesio muchísimo más fuerte, experimentado, motivado y reforzado además por los ex All Blacks Malakai Fekitoa, George Moala o Augustine Pulu.
España no pudo hacer más que defenderse cada vez con más dificultades de las acometidas tonganas y su asfixiante subida a la presión impidió que hubiera balones de calidad en la tres cuartos. Sí que hubo algún contraataque liderado por John-Wesell Bell que logró tener algo de peligro, pero la realidad es que el XV del León no tuvo muchas opciones de ensayar. Ni siquiera el maul, gran arma de España (que “descubrimos” en la mencionada ventana de 2018) pudo hacer daño a los polinesios.
Lo más llamativo para el aficionado español fue la titularidad de Gonzalo López en el puesto de 12. Un jugador que entró por la baja de paternidad de Casteglioni y que deja la pregunta de por qué Santos no convocó en primera instancia si había disponibilidad a uno de los backs españoles más prometedores, en lugar de un jugador de 32 años del cual ya conocemos el potencial. Decisiones de Santos de las que, como es habitual, no tenemos explicación. Por lo demás, Gonzalo poco pudo hacer salvo varios placajes ganadores y trabajo en el ruck. Desde luego, su físico vino bien para parar a los centros tonganos que fueron quizás, de lo más discreto de los polinesios. López puede ser, si tiene continuidad, un recurso muy interesante para España durante la ausencia de Gimeno, ya que su perfil en ataque es similar pero además tiene una patada muy profunda en juego y eficaz a palos. No en vano, en su club juega de apertura/primer centro y es el chutador. Su presencia fue la mejor noticia del partido ya que había rumores no confirmados de que quería explorar la posibilidad de ser elegido por Argentina, su país de nacimiento.
Como resumen del partido, podríamos decir que es un partido más de España frente a un Tier2 alto. Nuestro físico, que nos permite dominar a las selecciones inferiores y que contra Rumanía o Portugal mantiene el tipo, sencillamente no puede contra selecciones 100% profesionales. No tenemos capacidad de absorber tal volumen de impactos y de esa intensidad. Nos van minando poco a poco y el partido se nos hace muy largo. Unido a eso, tenemos el problema de la deficiente toma de decisiones bajo presión. Con una defensa que no te deja pensar la toma de decisiones debe ser muy rápida y precisa y en eso nos movemos mal. Lo preocupante de estos dos defectos es que son muy difíciles de subsanar en edad senior. Será un debe de la futura Academia Nacional el que los jugadores lleguen mejor preparados a la selección absoluta. Sin embargo, y como nota positiva, nos alegra mucho el ver una combinación 9-10-12 tan joven y formada en España jugando frente a una selección como Tonga. Con partidos y tesón pueden subir mucho sus prestaciones.
A nivel organizativo el partido fue, según muchos de los asistentes, un buen evento. Lástima que la dinámica negativa que nos rodea en los últimos tiempos restó seguro aficionados que en otro contexto habrían llenado el estadio Ciudad de Málaga. La realización de Movistar fue una grata experiencia aunque para muchos aficionados haya supuesto una dificultad con respecto a la habitual Teledeporte. Con más tiempo, la Federación debe llevar a la selección por toda la geografía española. Es un clamor que el último partido de España en Valladolid que un servidor recuerda fuera contra England Counties en 2011. Y en Valencia no recuerdo la última vez que jugó el XV del León. Hay que salir de Madrid para recorrer toda la geografía española.
España v Namibia
Para el partido contra Namibia, Santos varió significativamente su convocatoria. Se contaba inicialmente con la participación de algunos hispanofranceses como Fred Quercy, pero al final Fred se cayó de la lista en la que sí que estaban los hermanos Alonso o Joel Merkler. Llena de alegría e ilusión el ver que los dos más prometedores españoles (Ezeala aparte) que juegan en Francia hayan venido en la situación actual a jugar con España.
La baja de Gonzalo López por enfermedad dio la oportunidad de alinear dos centros como Alonso y Mateu con capacidad creativa y de evasión, muy alejados del clásico ariete que ha sido habitual en España con Gimeno en los últimos años. Ninguno de los dos es un 12 de libro, pero no combinaron mal y fueron eficientes en defesa ante una selección que no exigió mucho.
La delantera también acompañaba la idea de jugar y correr más que contra Tonga. Dos segundas que en realidad son terceras reconvertidos como Foulds y Suárez y una tercera con el debutante Pichardie en el flanker cerrado. Para completar, la adición de Merkler por la baja de Zabala nos dio un ball carrier más que hizo estragos en el equipo africano.
España fue muy superior durante todo el partido, hombre por hombre no hay comparación entre ambas selecciones. Pero los errores se pagan caro y, aunque España mantiene a muchos jugadores del anterior ciclo, es un equipo por reconstruir en lo moral y en cuanto a patrón de juego. Rouet y Ordás ya no están y todos los automatismos que se han ido trabajando los últimos dos años hay que adaptarlos ahora a la nueva bisagra que vamos a alinear, que saldrá siempre de los dos Munilla más Kerman y Güemes/Vinuesa. Así como frente a Tonga apenas hubo ocasión de ver nuestras imprecisiones en ataque, contra Namibia hubo muchas oportunidades de ver fallos de manos, de pateo, en mele… y sin embargo salir con un moderado optimismo.
Kerman ha estado muy desacertado en los dos partidos, muy alejado de su nivel. Lentísimo en los rucks y por lo tanto ralentizando el juego. Necesitamos al mejor Kerman, sin pensar en la sombra de Rouet. Kerman al 100% es un grandísimo medio de melé. Gonzalo ha alternado algún fallo tonto (viene de lesión y se ha notado) con buenas acciones y valentía para atacar el intervalo. Con Güemes forman los dos una dupla de aperturas muy complementaria que nos dan ciertas garantías para afrontar el próximo ciclo en el puesto de 10.
Martín Alonso y Joel son diferenciales a este nivel aunque el delantero todavía tiene que crecer en melé. Debe ser una roca en las fases estáticas, a lo mejor no contra Georgia, pero sí frente a cualquier otra selección Tier2. Martín marcó la diferencia entre el élite y profesionalismo. Sin disponer de balones claros se las apañó para dejar igualmente dos acciones que levantaron a los aficionados de sus asientos. Desconozco su disponibilidad para febrero pero con él y Minguillón tenemos dos alas de altísimo nivel.
Los debuts de Mario Pichardie y Matheo Triki cerraron también una “herida” entre los aficionados españoles, ya que había temor a que el primero rechazase la convocatoria de España por los requisitos EQP. Ahora que parece que su futuro se aleja de Inglaterra, Mario tiene que hacerse con un hueco en la tercera titular. En cuanto a Matheo, su crecimiento físico es evidente y si tiene disponibilidad va a contar mucho para Santos en la renovación de la delantera.
Dejó más dudas la melé. La dupla Foulds-Suárez adolece de kilos que apuntalen a los pilieres. Es un riesgo que imagino Santos no va a correr ante delanteras más pesadas que la namibia, pero también sabemos que el alcalaíno suele sacrificar fiabilidad en melé frente a trabajo y recorrido de sus segundas. La melé es una de las áreas de mejora más evidentes de España desde hace años y si queremos evolucionar como equipo no podemos ser inferiores en esta fase frente a la mayoría de selecciones de nuestro nivel.
Así pues, esta ventana de noviembre nos ha dejado motivos para la esperanza. Hay una generación de jugadores nacionales pero formados en el extranjero que se están incorporando rápidamente a los planes del seleccionador. A su vez, los Zabala (oh capitán, mi capitán), Gimeno (vuelve pronto), Jorba, Del Hoyo, Futeu… que solo tienen 25-26 años ya tienen muchas caps y han vivido muchas experiencias con el XV del León y son muy fieles a la selección nacional.
Por primera vez en once años, el jugador español va a ser el mayoritario en las convocatorias y hay que asumir que, aunque positivo, probablemente nos va a hacer bajar un escalón el nivel hasta que los JASP alcancen su desarrollo. Nuestra esperanza está puesta en que para 2024 se limen todas las asperezas que sean menester y que Hansen haga lo necesario para que lleguemos con nuestro potencial al 100%. Y eso incluye principalmente una franquicia nacional y una competición donde pueda jugar.
Texto Fernando Pueyo // Fotografía Domingo Torres (1, 4), Walter Degirolmo (2, 3)
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