Análisis / Campeonato de Europa (II): España lejos de casa
El primer partido del Europeo de 2020 para España va
teniendo tintes de convertirse en otro clásico para abrir febrero. La visita a
Sochi para jugar contra Rusia será el primero de los tres partidos que se
jugarán fuera de casa: Bélgica y Rumanía completan esa nómina. Así, los Leones
encadenarán los tres partidos a priori más complicados, ya que en la
segunda jornada, entre el encuentro contra los Osos y el de los Robles, el XV del León se enfrentará
en Madrid a los Lelos.
Los rusos llegan a este Europeo tras haber disputado su
segundo Mundial. Aunque muchos no estuviesen de acuerdo en cómo Rusia acabó
inaugurando la Copa del Mundo de Japón contra los anfitriones, lo cierto es que
no desentonaron tanto o, por lo menos, no mucho más de lo que se le presuponía
a participantes similares o, incluso, superiores, como es el caso de Estados
Unidos. Tan solo una carambola propiciada por el infame reparto de puntos tras
la suspensión del Namibia-Canadá, en la que la derrotada tenía muchas papeletas
de acabar última de la competición, les impidió no ser el farolillo rojo, por detrás de
los estadounidenses que se llevaron también cero puntos.
Sin embargo, el paso de Rusia por el Mundial parece haber
cambiado poco la realidad de la selección euroasiática, que llega al Europeo
tras un periodo de reflexión en el que muchos de sus componentes calificaron
como positivo el rendimiento mundialista. Al Europeo llegarán tras haber disputado dos amistosos contra los Sharks del Super Rugby (derrotas por 64-14 y 45-21) y con la intención de que éste sea el primero de los pasos hacia su
consolidación definitiva, con la intención de disputarle a rumanos, georgianos
y españoles la posición más alta.
Podría tratarse de un torneo más en una carrera a medio o
largo plazo, pero a Rusia le interesa lo mismo que a sus rivales en este
Europeo: conseguir cuanto más mejor para posicionarse en el reparto de la tarta
de junio y noviembre. Eso sí, queda por ver si las sanciones internacionales a
los combinados rusos por los casos de dopaje institucional afectan a la
selección de rugby en las ventanas internacionales, organizadas por World Rugby
-hay que recordar que las sanciones solo afectarían a campeonatos de índole
mundial y no al Campeonato de Europa, organizado por Rugby Europe-.
El eterno enfrentamiento y, por primera vez desde la debacle
de 2018, en territorio rumano. Si hay una selección que está a la par en la
línea temporal de acontecimientos en los últimos dos años, esa es Rumanía, con
la que compartimos un infame origen cronológico. Sin embargo, parece que al XV
del Roble le está costando más esa recuperación, tanto deportiva como
psicológica e, incluso, institucionalmente. Rumanía es siempre
Rumanía, y el gen de años de éxito internacional accediendo a todos los
Mundiales hasta el de 2015 y el poder en las estructuras europeas no se borra
tan fácilmente. Es posible que se haya mermado una parte logística con unos
menores ingresos, pero, a día de hoy, las posibilidades de que Rumanía pueda
luchar por el título siguen ahí.
Desde el último Campeonato de Europa, los rumanos han
disputado menos partidos que los Leones. En su gira latinoamericana, que contó
con un encuentro menos (no se enfrentaron a Uruguay), vencieron a Chile (11-27)
y a Brasil por la mínima (21-22) con un equipo más que experimentado en el que todos
los convocados ya contaban con internacionalidades absolutas. El equipo rumano
se ha ido labrando sobre su liga doméstica, con algunas incorporaciones casi
testimoniales de las ligas francesas (en junio, solo cuatro jugadores no militaban
en equipos de la SuperLiga), pero con un indudable equilibrio entre veteranía y
opciones con menos experiencia internacional.
Para los Robles, este Europeo es la segunda oportunidad que
tienen de volver a cierta normalidad, pero, sobre todo, de demostrar que son
capaces de retomar el ritmo y la importancia que, hasta no hace mucho, tenían.
Además, el partido contra España es, desde 2018, “el” partido. Al igual que los
Rusia-Georgia, los España-Rumanía ya tienen su extra en una fórmula a la que ya
de por sí le sobraba motivación.
Las victorias de España sobre Rumanía en las dos últimas
temporadas, ambas en Madrid, hacen que el optimismo se desborde. La inversión
en el ranquin mundial, con unos Leones asentados en la decimosexta plaza y
Rumanía en la decimonovena, puede ser considerada como la certificación de un
nuevo statu quo, revirtiendo el establecido durante décadas, pero el hecho de
que el partido se juegue fuera de casa hace que las cosas no vayan a ser, ni
mucho menos, fáciles (nunca lo fueron).
España vuelve a la región de Bruselas, pero esta vez el campo
es distinto: el infame estadio anexo a Heysel quedará para la triste historia y,
en su lugar, los belgas jugarán todos sus partidos como locales en el Fallonstadion,
en la ciudad dormitorio de Woluwe-Saint-Lambert, un escenario abierto y con pista
de atletismo mediante.
Bélgica afronta este Campeonato de Europa con la
consolidación en la media del tier 2 en mente. Tras el descenso de Alemania al
Trofeo de Europa, los Diablos rojos sienten que han superado una etapa y encararán
este torneo con una aspiración bien distinta. Sabedores de que su batalla
individual los empareja con Portugal, su progresión puede depararles alguna
opción de sorpresa. La inclusión periódica de los belgas en las ventanas
internacionales de los últimos años (la última, este noviembre en la que Hong
Kong les venció doblándoles por 17-36) es una prueba más de que Bélgica, por
fin, empieza a contar en su segmento.
Para los Leones, más allá del residuo psicológico que pudiera
reaparecer, la visita a Bélgica es la más fácil sobre el papel. Quitando la
derrota de 2018, que podría obviarse del histórico, los Leones jamás han tenido
problemas para deshacerse de los belgas y, normalmente, de manera contundente. Este
partido será la última salida, y quizá no venga del todo mal jugarse allí y
después contra Portugal unos puntos que pueden ser vitales de cara a la clasificación
final.
Foto: Domingo Torres
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