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Van den Berg: ni fu ni fa


Gavin van den Berg
, el nombre que ha marcado todo el proceso por el cual España ha acabado fuera del Mundial, por segunda vez consecutiva, pudiera parecer que ha pasado sin pena ni gloria por todo esto. Como de puntillas. El todavía jugador de Alcobendas ha generado alrededor de su nombre un revuelo excepcional, inversamente proporcional a un perfil quizá algo alejado de todo y del que se sabía poco, y ahora menos. Bueno, menos en el sentido físico, de presencia, de aparición, porque si nos atenemos a lo que se ha sabido a través de la resolución de marra, sabemos mucho, quizá demasiado. Y ahí vamos.

Gavin van den Berg se antoja desde ya como el séptimo frente de esta guerra a la siria en la que el rugby español está inmersa por debajo de la unidad aparente del todos a una que, tras el veredicto de ayer, deja tambaleando todo (de nuevo). Y podría decirse que es el único frente de los siete (World Rugby, Federación, Alcobendas, los sujetos demandados ante Fiscalía, jugadores del XV del León, clubes y él) que va por libre, que es entidad unipersonal, sociedad limitada.

De la resolución de ayer supimos muchas cosas. La primera, que él, aparentemente, también se sentía engañado. O ni eso: no fue consciente de las artes reprográficas que supuestamente habían realizado (o dijeron haber hecho) varias personas del entorno de Alcobendas. "La reacción del jugador al ver la copia del pasaporte y los sellos alterados se repitió como prueba. Para el panel, su reacción fue genuina, en efecto una mezcla de sorpresa y conmoción", recoge la resolución. Doble conmoción. Todos conmocionados. El jugador, hasta el 9 de marzo que le enseñan la obra gráfica, dice, era desconocedor de ese documento.

La segunda, que Gavin van den Berg durante el periodo de elegibilidad en el que tienen que estar los jugadores bajo ciertas premisas (recuerden, es un privilegio, no un deber), prácticamente se lo pasó como cualquier erasmus: compromisos y viaje con nosotros. Saffa, curiosamente no con una sino con dos efes, pasó un buen tiempo de su 2018-2019 por ahí, visitando Europa, además de Sudáfrica, lo cual podría revelarle como una persona inquieta, pero no elegible.

A Saffa, dicta la resolución, se le achaca poco interés por sus supuestos vínculos patrios: "La salida inmediata del jugador de España, de vuelta a Sudáfrica, tras la derrota de su club (Alcobendas) en cuartos de final: una indicación de una falta de compromiso con el club y con España". Y, es más, sabemos que solo a finales de 2019 pensaba en España como su hogar: "Comencé a hacer eso (querer hacer de España mi hogar) en 2020, a fines de 2019, porque para mí era la oportunidad que tenía de vivir en España, vivir en el extranjero... y para mí simplemente estar en un país al que puedo llamar hogar y que disfruto mucho... después de todo, mi futuro es uno que quiero construir en España".

Es interesante esa parte del interrogatorio que hace el panel, porque desvela, más allá de las intenciones de futuro, el supuesto desconocimiento del jugador de la norma que le habría hecho elegible. Cito: "P: Entonces, eso significa… ¿solo ha considerado a España como su hogar principal y permanente durante dos años? R. Sí.". ¿Alguien no explicó e involucró al jugador en que conociese para qué se le estaban tramitando unos papeles? Así opina World Rugby.

En esta estrategia que todos parecen seguir de echar balones fuera/sálvese quien pueda, pareciera que Gavin van den Berg no tenía muy claro qué firmaba con su adhesión al rugby español, único documento que le vale a World Rugby. No sabía que su condición de (no) elegible había sido tramitada con una fotocopia supuestamente manipulada de su pasaporte. Tampoco era consciente de que sus reiteradas salidas impedían disfrutar del privilegio de representar a otra nación. Tampoco que firmó un documento declaratorio en el que se hacía hincapié en que sabía lo que firmaba. Desconocedor él también de que su presencia en el XV del León podía causar problemas, nadie lo impidió.  

Pero también ese perfil de perfecto desconocedor de lo que le rodeaba se complementaba con una aparente poca o nula integración en el equipo nacional. Tanto en las concentraciones como durante las jornadas de partido, no parecía sentirse especialmente parte del grupo. Así me lo han hecho saber algunas personas del entorno, yo no estaba allí. Es más, podría decirse que Gavin van den Berg pasó casi como un fantasma, al igual que pasa ahora. Fernando López aseguraba en la rueda de prensa de los jugadores del pasado miércoles que no se había puesto en contacto con ellos, ni para una disculpa, ni para un entendimiento más allá de todo esto. Aunque claro, quizá no se sienta más que engañado, exactamente como varias partes en este asunto.

Y es que podría ser esto lo más triste, más allá de que estemos inmersos en una espiral que lleva su nombre: su supuesta ausencia general del microcosmos que rodea su caso, inducida o no, y cómo se perfila a través de sus planes y actividades, de la que hemos sabido más a través de la sentencia de lo que en una entrevista podríamos haber sacado, llevan a pensar que para qué. Que si Gavin van den Berg no hubiera aparecido todo seguiría igual. O no. O quizá. O que no sabemos ni por dónde nos sopla el viento. Y que, en el fondo, esto ya es más una cuestión de atrincherarse y desaparecer (o callar por consejo legal) en aras de que uno salve su nombre y de hacernos ver que, casi al unísono, él también ha sido engañado, que el desconocimiento de todo, de absolutamente todo, no tiene mal. Vamos, que todo, en general, ni fu ni fa. Ni efe.


 Texto  Álvaro de Benito   Fotografía  Domingo Torres




 

 

 

 


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